UN CUENTO DE NAVIDAD - LA ELECCIÓN

 

En diciembre de 2013 participé en el libro "Más que un cuento de Navidad", editado por SAR Alejandría, junto con otros escritores y escritoras. Se trataba de escribir un relato corto sobre un tema de Navidad y me encanta participar en este tipo de libro colectivo, porque con una chispita de inspiración y un poco de trabajo, colaboro en una causa solidaria.

Para esta ocasión creé "La elección", una historia sobre las segundas oportunidades, sobre la magia de la Navidad, sobre que una simple elección puede cambiar el destino... Para este relato incluso dibujé un poco, recuperando antiguas aficiones abandonadas.

Os dejo con esta historia, que podéis encontrar en el libro "Más que un cuento de Navidad", junto con los encantadores relatos de otros autores y autoras, que se esforzaron igual que yo para crear una historia mágica.

LA ELECCIÓN

El vagabundo parecía un bulto de ropas sucias sin forma. Pero bajo aquellas ropas, el ser que rondaba los callejones la noche antes de Navidad, distinguió a un buen hombre. Se acercó a la hoguera que el vagabundo había compuesto de papeles viejos, cartones y algo de madera de unos palés abandonados. 

El vagabundo levantó la vista y le miró. “¡Qué tipo tan raro!” pensó. “Parece una mezcla de paje de los Reyes Magos y de duende de Papá Noel”. Sonrió y pensó que él no iba mejor vestido y aquel tipo parecía gracioso, con sus ojos brillantes y sus orejas puntiagudas.

- Buenas noches, amigo. ¿Puedo acercarme a tu hoguera?- le preguntó educadamente aquel personaje, vestido con un extravagante chaquetón verde y rojo, sobre unas mallas rojas y un extravagante gorrito verde.

- ¡Claro! Acércate. Hace un frío del carajo. Bebe si quieres. No es muy bueno, pero te calentará.-le invitó el vagabundo acercándole una botella de vino. La sonrisa del visitante se se acentuó. Le gustaba la voz profunda del vagabundo, y también su amabilidad.

- ¡Gracias!¡Y por cierto, feliz Navidad!- Le deseó aquel personaje cuando se acomodó junto a él sin remilgos. Tomó un breve trago de su botella, devolviéndosela.







 - No creo en la Navidad. Comprenderás por qué...- señaló el vagabundo. Extendió sus brazos y mostró el callejón sucio, sus pocas pertenencias metidas en una vieja mochila y a él mismo, sucio y maloliente. Antes sí creía. Le gustaba la Navidad, pero aquel tiempo ya pasó.

- Ah, ya veo... Pues yo te voy a hacer un regalo, amigo. Por tu amabilidad, te voy a dar a elegir entre dos regalos. Debes pensarlo bien, no te precipites.-ofreció aquel ser de sonrisa misteriosa.


- Eso si que me asombra. No me conoces de nada y me ofreces dos regalos--respondió el vagabundo, con una media sonrisa excéptica.


- Te conozco bien. Eres el hombre más generoso que conozco. Me has ofrecido todo lo que tienes: un poco de calor, un poco de vino y conversación. Me has dado más que mucha gente que se cree generosa. Ahora mira bien lo que te ofrezco...-sonrió el ser misterioso.


Del bolsillo derecho de aquel llamativo chaquetón rojo y verde, sacó una botella. El vagabundo frunció el ceño al distinguir la marca. Era un buen coñac, de los caros. Le calentaría durante un par de días, como mucho, pero con mucha categoría. Del bolsillo izquierdo el misterioso visitante sacó un cachorro. Era un perrillo de apenas unas semanas, recien destetado. Tenía unos inmensos ojos castaños y un pelaje a juego con sus ojos. El vagabundo tragó saliva. El cachorro solo le traería problemas, pero le recordaba mucho a un perro que tuvo cuando vivía como una persona adaptada y tenía una casa y una familia.





- Piensalo bien.-repitió el misterioso ser de llamativos ropajes- Mira sus preciosos ojos.

El vagabundo le miró de nuevo a los ojos y vio muchas cosas: 

Vio que las próximas monedas que obtuviera mendigando las destinaría a comprar algo de comida, para compartirla con el perrito. 

Vio que le enseñaría a hacer monadas y el perrito aprendería muy rápido. Él dejaría de ser invisible para todos, pues los niños y las personas de bien se detendrían para verlo actuar y dejarían muchas monedas.




Vio como con aquel dinero se compraría algo de ropa y una manta para el perrito. 

Vio como la guapa morenaza de la tienda de animales se ofrecería un día a lavar y desparasitar al perrito, todo totalmente gratis, porque le gustaba la gente que cuida a sus mascotas con tanto cariño como él. 

Vio que se recortaba la barba y el pelo y se cambiaba de ropa, para intentar gustarle a la guapa morenaza de la tienda de animales. 

Por último, vio que un día un hombre rico pasó por su lado y le ofreció comprar a aquel perrito tan listo para regalar a su hija, porque su perro había muerto y estaba muy disgustada. Cuando él le contestó que los amigos no están en venta, al hombre rico le gustó la respuesta y le ofreció un empleo. Con aquel empleo podría volver a ser una persona adaptada y dejar las calles. Aquello no era vida. Se estaba haciendo mayor y le dolían los huesos...

  
El ser misterioso, antes de que el vagabundo tendiera sus manos hacia el perrito, asintió feliz.

- Has elegido bien- le dijo, sonriendo ampliamente, entregándole su regalo de Navidad. 

FIN

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