UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPÍTULO 25)








Hola de nuevo, amigas y amigos lectores. Saludos a aquellos que me leen desde España, EEUU, Irlanda, Alemania, Francia, Ucrania, Argentina, México, Polonia y Portugal. Mi fugitiva Liduvel cada vez viaja a más lugares del mundo. Su rebelión cada vez es más conocida, y debo confesar que me encanta.

En este capítulo, que se desarrolla en los tres mundos: el humano, el Lado Luminoso y el Lado Oscuro, el plan gestado por Damon con la colaboración de la cotilla más eficiente del Infierno, Fedra, está funcionando a la perfección. Los terribles fallos de seguridad cometidos de Lucifer pueden llegar a significar su destitución, de acuerdo con un protocolo establecido hace eones, pero que nunca había llegado a aplicarse. Por otra parte, Gabriel confiesa a Daniel que está colaborando en una gigantesca conspiración que comenzó hace mucho tiempo, y cuyos resultados acaban de comenzar con la fuga de Liduvel.

¿A que es emocionante? Adelante, disfrutadlo. La próxima semana haré un pequeño paréntesis en esta historia por capítulos, para hablaros de un gran acontecimiento que viviré este fin de semana. Me voy a Avalon, nada más y nada menos. Ya os contaré.

Besos a todos y todas.



    25.
    Liduvel informó a Teresa de que habían ingresado a Simón para observarle al menos durante veinticuatro horas, por si sufriera lesiones internas o posibles complicaciones. Le contó que le había defendido de sus atacantes, para explicar algunas raspaduras que tenía (las pocas que habían conseguido hacerle sus inferiores atacantes). Teresa se asustó mucho cuando supo que el antiguo grupo de Lea andaba de nuevo por allí.
    No vuelvas jamás con ellos, ni con ninguno como ellos. Ahora que tienes la menta clara, ya comprendes cómo son— le pidió Teresa, con una voz que parecía un gemido y su mano cogida con fuerza.

    Lo sé. Lo sé, tranquila. Nunca veras a tu hija con ese grupo. Creo que después de hoy, pensarán dos veces si acercarse otra vez a Lea Pineda— asintió Liduvel, con aquella sonrisita burlona que exhibía cuando jugaba con sus dos personalidades.
     
    Derafiel tembló de inquietud cuando llegó a sus oídos el insistente rumor que corría por todo el infierno. Consultó con varios colegas, superiores de departamentos diferentes, y a todos les había llegado el mismo rumor. Por todas partes se celebraban reuniones que no habían sido convocadas de forma oficial y se escuchaban multitud de cuchicheos por los rincones.
     
    En aquella reunión eran Luzdel y Derafiel quienes informaban a diversos jefes de departamento, quienes permanecían mudos y encogidos ante el enorme conflicto que se abatía sobre el Infierno.
    Está claro que ha habido una terrible negligencia. No podemos consentirlo, por el bien de nuestra causa. No ha sido un mal jefe durante todo este tiempo. Convendréis conmigo en que en ocasiones ha sido un poco duro, pero es nuestra naturaleza. Pero este grave error supone la degradación. Por mucho menos de lo ocurrido se ha condenado a muchos hermanos a la desintegración, aunque al final de alguna forma continúen vivos en ese Estanque de las Almas Perdidas— explicó Luzdel, mirando hacia todas direcciones, para evitar que lo sorprendieran conspirando, aunque a aquellas horas todos los demonios estaban hablando sobre el mismo tema.
     
    En eso estamos todos de acuerdo, pero... ¿quién va a degradar al Gran Jefe? Esto es una locura. Hay que detenerla antes de que todos empecemos a desaparecer absorbidos por el Estanque del Olvido Eterno... y no penséis que es un buen fin, porque no lo es. Sé de lo que hablo, yo he estado allí— farfulló Derafiel, espantado ante la posibilidad de haber sido el origen de tal catástrofe, por revelar la existencia de aquel lugar.
     
    No es algo que pueda hacerse de forma individual. Por todas partes nuestros hermanos se están reuniendo para pedir en bloque la degradación. De esa forma, o cede o se queda solo en el infierno...— señaló Luzdel, con ojos inquietos.
     
    ¿Solo? ¡Venga ya! El infierno nunca se quedará vacío, hay muchos candidatos en el mundo para descender al infierno. Lo que sucederá es que destruirá a todos los demonios primigenios que pueden hacerle sombra y nos reemplazará por numerarios sin formación ni categoría profesional ninguna. Será el puto fin del Infierno tal como se conoce— auguró Derafiel, con todo su rostro fruncido en una máscara de indignación, pues tenía claro que él no tenía ningún futuro.
     
    Debemos arriesgarnos, hermanos. Debemos defender la razón de ser del Lado Oscuro: el trabajo eficaz y constante para perder las almas humanas en el infierno eterno. Él se ha distanciado de la realidad, no está centrado en su trabajo, hace tiempo que dejó de ser un gran rival para ÉL, por eso nos aquejan todos estos males. Pésimos días, colegas. Y permaneced alerta, por si la revuelta prospera, no sea que te corresponda a ti sustituirle...— sugirió Luzdel, pensando con más claridad y visión de futuro que Derafiel.
    No había muchos demonios primigenios capacitados para ejercer aquella función con tanta responsabilidad. Luzdel no reunía categoría suficiente, pero Derafiel era un demonio sabio y antiguo, muy bien preparado y considerado entre sus colegas. Por añadidura, era el intrépido que había descubierto el gran agujero en la seguridad de las posesiones infernales: el Estanque del Olvido Eterno. Verdaderamente tenía muchos números para ganar aquel extraño sorteo.
     
    Cuando el envalentonado Derafiel abandonó la estancia, pensando que pronto podía ser fulminado o convertido en el nuevo Gran Jefe, dependiendo de los acontecimientos, Fedra se apresuró a pulsar el intercomunicador para dar cuenta de todo lo que había escuchado.
    ¿Damon? Todo marcha sobre ruedas. La revuelta ya se ha gestado, falta solo un pequeño empujón y el objetivo se conseguirá...
    Damon sonrió satisfecho al otro lado del intercomunicador. Al parecer, manipular las mentes infernales era aún más sencillo que manipular las mentes humanas. Pronto vería el cumplimiento del Gran Plan. Y él regresaría a casa. Añoraba el Lado Luminoso.
     
    Gabriel repasó con gran atención el informe de Daniel, que había omitido el episodio del intercambio de golpes ante la iglesia. Quedaba demasiado evidente que no se reflejara. Miró a Daniel, quien carraspeó como si aún tuviera una garganta que aclarar antes de hablar.
    Todo fue muy rápido, señor. No pude verlo bien, pero ella les conminó a que abandonaran el lugar y lo hicieron, eso es lo importante, esa fue la verdadera razón de ser de su actuación. No mató a nadie, pese a que lo deseara con fuerza y salvó a Simón, que podía haber muerto o quedar mal herido, es decir, peor aún de lo que ya está... y en su ausencia, los niños del equipo de fútbol quedarían expuestos a un gran peligro sin su protección…— se justificó Daniel, hablando a gran velocidad, ya que sabía a qué venía aquella mirada incisiva.
     
    Una chica que aparenta tener dieciséis años y pesa menos de cincuenta kilos, conmina a un grupo de siete gamberros fornidos, cargados hasta las cejas de estupefacientes... ¿y vence sin utilizar la violencia? ¿Usó la hipnosis o cualquier otro método infernal para convencerles?— se interesó Gabriel, con sus hermosas cejas arqueadas en un gesto incrédulo, arrastrando las palabras ¿Dónde escribiste que mostró visiones infernales al jefe de los matones para aterrorizarle? ¿Dónde refleja aquí que repartió golpes imprimiendo toda su fuerza a esa chica poseída y que deseó con fuerza matarlos a todos por lo que le habían hecho a Simón? Daniel, amigo mío, he pasado por alto tus informes claramente parciales, pues eran inofensivas omisiones que no afectaban al resultado final. Pero el Juicio está cerca, y no podemos permitirnos un fallo tan evidente...— le regañó Gabriel con suavidad, moviendo la cabeza con gesto negativo.
    Daniel se deshinchó ante sus palabras. Gabriel lo sabía todo, sin necesidad de leer sus informes. Le había puesto a prueba y le fallado, perdiendo una gran oportunidad para ganar méritos y convertirse en un ángel custodio.
    Perdón, señor. Es cierto que he sido parcial, intentando favorecer a Liduvel, porque me cae bien y creo que merece regresar al Lado Luminoso. Asumiré a responsabilidad de mis actos. Y ahora... disculpe mi osadía, pero si sabe lo que ocurrió... ¿qué objeto tiene mi investigación?— habló Daniel, convencido de que ese era su fin como ayudante del gran Gabriel.
     
    Mis informes, querido amigo, no valen ante el Tribunal. Siempre se solicitan a un alma imparcial. Pero por supuesto... al elegirte a ti, no elegí a alguien imparcial. Sabía que simpatizarías con Liduvel... por razones que ahora no vienen al caso, pero no pueden recusarte ante el Tribunal, como lo harían conmigo. Un arcángel no debe involucrarse tanto en un asunto tan oscuro. Nunca se ha hecho antes...— sonrió Gabriel, benevolente ante el gesto desolado de Daniel.
     
    Pero eso no quiere decir que sea imposible...— completó Daniel la máxima por todos conocida.No quiero parecer desagradecido, porque me hizo un gran honor al elegirme como ayudante. Yo no era nada, solo un recién llegado, sin mérito ninguno, y ahora todos me miran con respeto, y dan por hecho que seré ángel de la guarda en un tiempo record... pero...— comenzó Daniel tímidamente.
     
    Pero te sientes un poco inútil al conocer yo todo lo que ocurría sin necesidad de tus informes... ¿es eso?— completó Gabriel, con una sonrisita torcida.
     
    Eso es— asintió Daniel, aliviado por no tener que decirlo él.
     
    Lo cierto es que no hubiéramos descubierto la fuga de Liduvel sin tu informe preliminar. Al menos no tan pronto. Yo no debería observar, pero este caso me tiene muy intrigado, amigo mío. No debería implicarme, pero nadie es perfecto... salvo ÉL, claro está. Hemos roto muchas normas y no cumplimos en gran parte el protocolo, ni tú ni yo. Pero te diré, en honor a la verdad, y sin que esto salga de aquí, que antiguas intrigas del Lado Luminoso han ido a desembocar en este asunto, que no concluirá con la simple fuga de Liduvel, créeme. Este solo es el comienzo— reveló Gabriel, guiñándole un ojos y con aquella sonrisa que parecía decir más de lo que decían sus palabras.
     
    Me deja perplejo, señor— musitó Daniel, que ahora se sentía mucho más importante, pues estaba inmerso en una gran conspiración, en la cual había colaborado con gran eficacia.
     
    Fedra avisó a sus amigos y compañeros, para que al escuchar la señal, salieran de sus respectivos despachos. No debían hacer ni decir nada, solo detenerse ante las puertas, en pasillos y galerías, y esperar en silencio. Eran los Jefes de Departamento los que actuarían, pero ellos debían estar allí, porque así debía hacerse, siguiendo un protocolo que se inventó hacía eones, pero que hasta entonces no se había ejecutado.
     
    A la señal, la actividad en el infierno se paralizó totalmente, y Lucifer lo sintió de inmediato. El absoluto silencio que lo invadió todo le llevó al balcón de su despacho y al asomarse, incrédulo por lo que significaba aquel paro, los vio a todos hasta donde alcanzaba su potente vista, firmes y en pie, mirándole con ojos acusadores sin emitir ni un sonido. Sintió crecer la furia en su interior, pues sabía lo que significaba aquella manifestación, pero no iban a salirse con la suya. Igual que el protocolo se había inventado, podía destruirse. Quizá con su actitud cerrada provocara una rebelión mayor en sus subordinados, pero no iba a perder su cargo por unos miserables y mínimos errores. Los rumores habían llegado hasta la misma antesala de su despacho y él tenía buen oído.
     
    No solo se le acusaba de que no había detectado la existencia de un infiltrado en el infierno durante eones, sino lo que parecía más grave: la creación por agentes de la Luz de un lugar que -al fin y al cabo- era un remanso de paz dentro de su territorio de sufrimiento y dolor. Y todo ello era debido a que se había endiosado, alejándose de la pura realidad de sus dominios. Estas nimiedades no iban a suponer motivos suficientes para derrocarle.
    ¡Volved a vuestros puestos inmediatamente! ¡NO dimitiré!— exclamó Lucifer, fuera de sí, bramando como sólo él sabía hacer.
    Al escuchar el formidable bramido, muchos retrocedieron un paso, pero la mayoría se mantuvo firme en su puesto. Él esperaba despertar mucho más terror en sus súbditos. Pensó que el tiempo y la buena vida le habían ablandado, pues no les impresionaba como antes.
     
    Pensó en desintegrar a un buen grupo, para escarmentarles, pero si de todas formas iban a parar al Estanque del Olvido Eterno... ¿qué ganaba con ello? Pronto aquel lugar neutro sería más grande y poblado que el infierno mismo.
     
    Para no prolongar aquella humillante sensación de ridículo, regresó a su despacho hecho una furia. No dijo una palabra más, pero su rabia agitaba su perfecto cerebro con miles de ideas agitándose en ebullición. Y el detonante de aquel desastre había sido la fuga de la maldita (o bendita en este caso) Liduvel.
     
    En un instante hiló un billón y medio de planes, y ninguno le complacía. Al final se decidió por la solución más fácil y rápida: no esperaría al estudio en profundidad que Damon le había prometido. Iba a actuar de acuerdo al viejo proverbio humano de «Muerto el perro, se acabó la rabia».
     
    Si no funcionaba su plan, debería poner a sus servicios de asesoría jurídica a trabajar duro, a fin de conservar el cargo a toda costa.

    (continuará)

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