UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPITULO 27)





Hola lectores y lectoras.

Hoy llega un capítulo fundamental en la historia de Liduvel. Su decisión de abandonar el cuerpo de Lea para salvar a los niños enfermos del incendio del hospital, ha precipitado la celebración de su juicio. Daniel, perdidamente enamorado de la hermosa diablesa, está dispuesto a asumir las consecuencias por haberla ayudado a lo largo de su andadura sobre el mundo. El juicio comienza, y a Liduvel no le importa demasiado el resultado. Ha vivido eones de dolor, soledad y amargura, y llegar al fin no le parece insoportable. Lo que ahora le ocurre es que siente el dolor de las personas que ha dejado atrás en el mundo, y solicita al tribunal una prórroga para bajar al mundo y ayudar a reparar todo el daño que han cometido las fuerzas infernales a través del estúpido Adrián. 

Un capítulo emocionante, con un toque inesperado. No os lo perdaís.

Besos, lectores y lectoras de España, Portugal, Francia, Irlanda, EEUU, Alemania, Mexico, Venezuela y Ucrania y hasta el próximo capítulo.



27.
    En aquel punto tan emocionante del rescate, Daniel sintió la llamada y se quedó paralizado. Si aún hubiera dispuesto de corazón, se le habría detenido en ese instante. Con desolación pensó que desde el Lado Luminoso habían observado la dantesca escena, y aún así, a pesar de que había fallado a Gabriel, a pesar de que había fracasado en su misión siendo parcial, le pedían que escoltara a Liduvel, pues había llegado la hora del Juicio. Pensó que todo se había precipitado con aquel acontecimiento terrible y deseó que la balanza se hubiera inclinado un poco a favor de Liduvel, por el sacrificio que había realizado.
    Temiendo más por el destino de su protegida que por el suyo propio, se inclinó ante el poder del Lado Luminoso y se resignó a sufrir las consecuencias de sus actos. Ya nunca sería un ángel custodio, pero aún podía ocupar un puesto donde pudiera hacer todo el bien posible. No se arrepentía de haberla apoyado, puesto que pensaba que había sido siempre para bien.
    Miró a Liduvel y alargó su mano, que ella tomó sin dudar. No tuvo que decirle nada para que ella supiera que la hora había llegado. Ella había precipitado el momento, al salir de Lea, pero había cumplido su objetivo, de hecho había conseguido muchos objetivos. Ya nada importaba ahora. La suerte estaba echada. Los buenos actos que había realizado desde la posesión de Lea deberían ser suficientes. Y si no lo eran y caía de nuevo en el Lado Oscuro, para ser desintegrada por Lucifer, tampoco le importaba mucho. Había vivido eones de soledad, dolor e incomprensión. Ya no aguantaba más.
    El chorro de luz blanca y pura les enfocaba a ellos. Ella miró hacia arriba, suspirando con resignación. Pasara lo que pasara allá arriba, el dolor terminaría.
    Vamos, Liduvel— la invitó Daniel y ella asintió.
    Estoy dispuesta— afirmó Liduvel, mirándole a los ojos.
    Y bellísima, si me permites decírtelo. No he visto nunca un ángel tan bello como tú...—elogió Daniel, ya sin ningún tipo de complejo o temor. Había sellado su destino por ayudarla. Era estúpido callarse ahora— Dicen que Lucifer es el ángel más hermoso, pero no es cierto. Le he visto y puedo decir que se equivocan. Tú eres el ángel más hermoso.
    Liduvel le sonrió con ternura. Estaba claro que Daniel la amaba, pues la había ayudado mucho en su andadura, a pesar del riesgo evidente de le restaran méritos en sus aspiraciones. Le encantó aquel derroche de valor para hablarle así, pues cuando vivía sobre la tierra había sido un humano muy tímido. Lo mínimo que se merecía por su ayuda y su devoción, era un beso. Se acercó a él y le dio un beso en la boca. Entonces pasó algo especial.
    (chispas saltan chispas eso no me pasó nunca ni siquiera con Axel)
    ¿Has notado eso?— se asombró Daniel, maravillado.
    Eso solo puede significar una cosa...— murmuró Liduvel, tan asombrada como él.
    ¿Amor?— sugirió Daniel, con su mano aún entre las suyas.
    Mucho más que eso. He recorrido eones en soledad, para encontrarte al final del camino. ¡Vaya sorpresa! Tú eres mi auténtica alma gemela. Debía recorrer todo este camino tal como he hecho, para encontrarte.
    Daniel sonrió, resplandeciendo como nunca lo había hecho, pero apenas pensó dos veces en ello, su sonrisa de borró: ahora que había encontrado su alma gemela, quizá la perdería sin remedio. Ella apretó su mano, para conferirle esperanzas, aunque ella tenía pocas.
    No nos perderemos uno al otro, Daniel, ten confianza. Todo saldrá bien...— sonrió Liduvel, tocando su mejilla delgada, pálida, casi transparente. Visto con la claridad de sus auténticos ojos, Daniel tenía muy buen aspecto. Podía considerarse incluso guapo, y también muy dulce, por eso brillaba con una bonita luz blanca.
    Mientras se dirigían hacia arriba, flotando lentamente dentro del chorro de luz, en silencio ella invocó por última vez sus poderes para conocer los antecedentes de Daniel. No hubo interferencias, luego no hacía nada malo, pues no hubiera podido hacerlo en aquel transporte luminoso.
    Daniel, desde el principio del género humano, siempre fue un alma ambigua e imperfecta, que sufrió durante numerosas vidas desastres sin fin, que pulieron poco a poco su espíritu atormentado y le fueron perfeccionando. Su última vida, transcurrida en la piel de un joven parapléjico, había sido especialmente dura, pero esta vez él se lo había tomado bien, con buen humor, con esfuerzo y esperanza. Murió tras una intensa prueba deportiva, de un fallo cardíaco. No tuvo tiempo de recibir su primera medalla de oro. En aquel instante solo sintió dolor y piedad por sus desdichados padres, que le vieron morir sin poder hacer nada, pero también se sintió aliviado al liberarles de una carga que sería muy pesada en un futuro. Al flotar libre de sus impedimentos físicos, simplemente LE dio gracias por su liberación, y todo ello le convirtió de forma automática en un candidato a ser ángel de luz. Una historia fascinante, muy distinta a la suya.
    No era un caso único en la historia. Había oído historias parecidas. Lo cruel de estos emparejamientos era precisamente que el alma imperfecta debía pasar por muchas vidas antes de encontrarse con su alma gemela, como en su caso había ocurrido. A veces, la crueldad era aún mayor: ambos se encontraban por un instante, a lo largo de distintas vidas, pero sus historias de amor nunca eran completas ni felices. Pensó que si todo salía bien, un día se lo explicaría a Daniel, pues para comprender quién era, primero debía saber quien fue y qué caminos había tomado para llegar hasta allí. Si todo salía mal, ya nada importaría.
    Gabriel les recibió en persona. No parecía enojado, ni mostraba una expresión grave o preocupante. Parecía complacido de verles.
    Bienvenida, Liduvel, me alegro de volver a verte bajo tu auténtico aspecto— la saludó Gabriel. Saludó con una inclinación de cabeza a Daniel y les señaló el pasillo, indicándoles que le siguieran.
    Gracias por todo, Gabriel, sea cual sea el resultado— le dijo Liduvel. Gabriel sonrió con disimulo. No le extrañaba que Liduvel encantara a los humanos con aquella voz tan seductora.
    Señor, perdone mi curiosidad. ¿Cómo ve el tema?— se atrevió a preguntar Daniel, que había ganado confianza con su mentor.
    Veremos, muchacho. Veremos— respondió Gabriel, sin darle ninguna pista, favorable o desfavorable.
    No te preocupes, Daniel. Todo irá bien. No sufras por mí.— le consoló Liduvel, aún cogida de su mano, mientras caminaban tras Gabriel. Le sonrió y le besó de nuevo de forma fugaz, soltando su mano, para no comprometerle antes de entrar en la sala. Él asintió, pero aún así temía lo peor. Temía que sus informes tan parciales fueran los causantes de su desaparición.
    Simón buscó a Lea entre los últimos evacuados, todos ellos en estado grave, a los que trasladarían en ambulancias a otros hospitales. Casi chocó con Teresa, que con el suero en la mano, buscaba también entre los evacuados, pese a que las enfermeras intentaban retenerla para trasladarla a otro centro. Ella se aferró a Simón, con manos crispadas.
    Padre Simón, ¿ha visto a mi hija? Volvió a entrar en el edificio. Dijo que tenía que entrar por usted y por los niños.— gimió Teresa.
    Sí, es cierto, consiguió sacarnos de allí y volvió a entrar, Teresa. Le dije que no lo hiciera. Había mucho humo, pero dijo que los niños enfermos de cáncer estaban en la sala de juegos escondidos y que nadie los vería. Se empeñó en que tenía que sacarlos como fuera.—le explicó, sosteniendo a Teresa con los ojos empañados.
    ¡Los niños enfermos! ¡Los he visto! ¡Están allí! ¡Los han sacado los bomberos...! ¿Y ella donde está?— sollozó Teresa, que había pasado junto a aquellos pequeños que afirmaban entre toses, hipos y sollozos que un ángel los había sacado en volandas. Les atendían junto a uno de los bomberos que los sacó, quien afirmaba también que había visto aquel ángel. Los compañeros pensaban que todos ellos se habían intoxicado con el humo.
    No lo sé, Teresa. Sigamos buscando. Deben haberla sacado...— la animó Simón, aunque temía lo peor.
    Pensó que Lea había tragado mucho humo. Liduvel era su fuerza para seguir adelante, pero el cuerpo de Lea podía haber fallado en su intento de salvar a más gente. Y por lo visto había conseguido su objetivo. Al menos había logrado poner a los niños en el camino de los bomberos para que los salvaran, después de que medio hospital volara por los aires.
    Juntos buscaron durante un buen rato, y al fin la hallaron, tendida en el suelo sobre una simple manta, con una mascarilla de oxígeno. Había muchos heridos a su alrededor, y ella estaba sola en medio de la devastación. Se arrodillaron junto a ella, la llamaron, palmearon su rostro frío y no reaccionó. Le tomaron el pulso en el cuello y en la muñeca. Aún vivía, pero apenas tenía pulso.
    ¡Por favor! ¡Que alguien atienda a mi hija!—pidió Teresa, levantando su mano libre, constreñida por el dolor de verla allí muriendo sin ayuda.
    ¡Señora, hacemos lo que podemos! Ya nos envían refuerzos.—le dijo la única enfermera que pudo escucharla, girándose hacia ella con todo el uniforme tiznado y expresión desolada.
    ¡Dios mío! ¡Ahora que todo iba tan bien! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Es por mi culpa! ¡Le he pedido demasiado! ¡Y ahora me lo quita todo! Si muere ¿qué voy a hacer yo?— gimió Teresa, arrodillada y derramando lágrimas amargas sobre su hija.
    Simón también lloraba. Pensó que si Lea estaba inerte, significaba que Liduvel ya no estaba allí. Por algún motivo la había abandonado. Y Lea, por lo que le dijo Liduvel, podía estar aún en coma por su sobredosis. Era previsible que faltando la fuerza vital de Liduvel que la impulsara, Lea muriera. Quería pensar que los cuidados que Liduvel había dispensado a aquel cuerpo inerte, habrían mejorado mucho su estado general, pero ahora perdía toda esperanza. Abrazó a Teresa y lloraron juntos por Lea, mientras algunos curiosos se arremolinaban a su alrededor, murmurando.
    Esa es la chica que decíamos. Salvó a su madre, a ese hombre, a los chicos del equipo de fútbol del barrio, a varios ingresados y luego entró a por un montón de chiquillos enfermos de cáncer... pero ya no pudo sacarles— señalaban entre susurros, admirados.
    Las cámaras de televisión comenzaron a llegar y grabar las primeras imágenes del desastre. Les llegó la noticia de la heroína del Hospital Santa Elena y la hallaron aún sin evacuar, entre su madre y un sacerdote, moribunda. Algunos testigos del barrio la reconocieron y declararon que aquella chica había salido de la droga y había llevado una vida ejemplar desde entonces. Al sentir que era un filón de noticia, contaron su historia en los medios de difusión nacionales, conmoviendo a mucha gente, que comprendió que los drogadictos rehabilitados volvían a ser humanos, e incluso más que humanos.
La sala de juicios era un compartimiento casi totalmente estanco, situado entre el Cielo y la Tierra, lejos del Infierno, para no sufrir interferencias nefastas que afectaran a la decisión del Tribunal.
Liduvel parecía triste y ausente, porque no consideraba que hubiera finalizado la misión que se marcó como ángel de la guarda de Teresa, de Simón, e incluso de su anfitriona, la humana Lea Pineda, que la había limitado mucho por su debilidad física. No sabía realmente en que estado la había dejado. La había odiado, despreciado y vapuleado, pero después de aquel tiempo en íntima unión, temía que hubiese muerto por el humo que la obligó a inhalar.
Miró hacia atrás y vio sentado a Daniel al fondo de la sala, quien le hizo el signo de la victoria con los dedos. Ella le sonrió, pero no se sentía tan optimista como le había hecho creer. Pensaba que sus múltiples errores anteriores y las meteduras de pata de su etapa vivida como fugitiva, acabarían con su espíritu hundido en la nada, pero eso no la asustaba. Lo peor sería no volver a ver a Daniel, a Teresa, a Simón y a Alicia. Añoraría a los chicos del equipo de fútbol, incluso a su sufrida profesora de matemática. Hubiera ayudado a Simón a llevar el equipo de fútbol femenino que pretendía crear, para que ninguna niña volviera a ver frustrados sus sueños como Lea; hubiera hecho lo posible e imposible para recuperar los ahorros de Teresa, que dilapidó Lea con su adicción; se hubiera ocupado de que le dieran el ansiado aumento de sueldo a Gustavo, para que no tuviera que renunciar a comprarse un coche nuevo por llevar a Teresa de vacaciones a la playa en cuanto se recuperara. Hubiera velado por el doctor Álvarez, guiándole para salvar su alma. Hubiera podido hacer muchas buenas obras, disponiendo de más tiempo en contabilidad humana…
Por fin comprendía cómo se sentían las almas en la Z.T.D. (zona de tránsito y destinación). No solo sentían miedo al resultado del juicio. Sufrían la frustración de todos aquellos temas pendientes que habían quedado por terminar y la añoranza por quienes dejaban atrás. Incluso los ancianos, con una larga vida para desarrollar sus proyectos, se sentían como si hubieran dejado su vida a medias.
Liduvel observó la sala, en la cual no se había fijado cuando entró, obnubilada por la tensión que sentía al afrontar por fin la decisión final. Era de un blanco resplandeciente y estaba decorada con sobriedad. El único adorno que podía verse eran las pinturas murales ejecutadas en colores suaves, que representaban a ángeles de uno y otro lado pugnando por las almas, ya que la sala se utilizaba siempre para juzgar a las almas humanas. De hecho, era la primera vez en la historia que se utilizaba para juzgar los actos de un ángel, pues Lucifer y sus seguidores no habían disfrutado de un juicio justo cuando sucedió la Gran Rebelión. ÉL estaba muy enojado y les envió directo al abismo, aunque después se arrepintió de su ataque de ira, como solía pasarLE.
En el centro de la sala había dos mesas idénticas, blancas e impolutas, una frente a otra, con forma de media luna. Sentaron a Liduvel en el centro, en un sillón giratorio para escuchar y responder a unos y a otros con un simple movimiento.
Gabriel actuaba en representación de los miembros del Lado Luminoso, que en esta ocasión era de auténtico lujo, pues se había convocado también a los arcángeles Rafael y Miguel. Derafiel representaba al Lado Oscuro (en ausencia de Lucifer, que había renunciado a su papel debido al enojo que le produjo la moción de censura a la que se vio sometido por sus inferiores), acompañado de Luzdel y un mohíno Databiel, designados por Lucifer, aunque no tenían la categoría que requería la ocasión.
Los representantes de ambos lados hablaban poniéndose en pie, por estricto turno de intervención. El público comenzó siendo escaso, pero ante lo importante del caso, acabó llenando la sala. Los aspirantes a ángel tomaban apuntes sobre las exposiciones. Todos se apelotonaban en el fondo de la sala, junto a la gran puerta de bronce por la que las almas ya no volvían a pasar de regreso, ya que tras el juicio, se encaminaban a su destino en sentido ascendente o descendente, dependiendo del resultado.
Pensar en ello provocaba una viva inquietud en Liduvel. Para ella sería o la luz o la nada. No volvería al infierno. Lucifer no lo permitiría jamás. Y más le valía que fuera así.
El público no podía intervenir. Debían permanecer en silencio y no manifestarse de ninguna forma, sin suspiros, resoplidos o exclamaciones que pudieran alterar la calma exigida por el Tribunal. Antes de iniciarse el proceso fueron informados de que a la menor interrupción, se les expulsaría de la sala sin excepción.
La convocatoria y la identidad de los miembros que participaban en el juicio se había llevado con la máxima discreción, pero el cotilleo que habían llevado a cabo la eficaz Fedra con la inestimable colaboración de su amigo Delmor, había hecho llegar la noticia hasta el último rincón del pozo más hondo del Infierno, incluso al Estanque del Olvido Eterno, donde las almas confundidas que Damon se había empeñado en recuperar, vibraron iluminadas con el primer rayo de esperanza en muchos eones de desolación.
El juicio levantó una expectación tan grande como la clamorosa solicitud de dimisión de Lucifer. Todos esperaban ansiosos el resultado. Algunos de los miembros del Lado Oscuro se habían planteado alguna vez regresar al Lado Luminoso, pero no lo creyeron posible hasta ese momento. Hubo un aluvión de solicitudes para asistir como público, pero al final no se permitió asistir a los ángeles oscuros ni a los meritorios, pues donde se congregaban algunos de ellos, siempre terminaba habiendo gritos y pelea.
    Pavel, ayudante oficial de Gabriel, había recopilado, ordenado y pulido los informes emitidos por Daniel. Fueron expuestos junto al resto de testimonios. Daniel tembló de emoción cuando se citó su nombre, pues era un honor y una responsabilidad figurar en la historia del primer juicio a una fugitiva del Lado Oscuro.
    Luzdel, como ayudante de Derafiel, representante de la acusación, se apresuró a rebatir cada uno de los argumentos esgrimidos a favor. Su rapidez, sin embargo, no ocultaba que estaban improvisando en la mayoría de las ocasiones. No habían tenido tiempo material para prepararse. En su complejo orden administrativo no cabía aquella pésima organización, pero en los últimos tiempos, todos los esfuerzos se habían concentrado en destituir a Lucifer.
    Los miembros del Lado Luminoso se extrañaron de que fuera Derafiel el encargado de la acusación en aquel caso fundamental para la historia de ambos lados, pero no dijeron nada en voz alta. Les había llegado el desconcertante rumor de que se había pedido la dimisión de Lucifer, según el protocolo establecido, y el Infierno andaba revuelto por aquella causa. Era comprensible que Lucifer estuviera muy ocupado para acudir al juicio.
    Liduvel estaba absorta, sin prestar atención a lo que se determinaba en torno a su propio destino. Sabía que algo iba mal en el mundo. Teresa estaba sufriendo. Lo sentía, y no sabía por qué podía sentirlo. En teoría, había roto su vínculo con ella al salir de Lea y del mundo. En mitad de un sentido parlamento de Derafiel, cuando la acusaba de haber utilizado métodos ilegales y hacer caso omiso del protocolo para obtener su objetivo, ella se levantó, sorprendiéndoles a todos.
    Con el debido respeto al Tribunal, con toda humildad solicito su permiso para bajar de nuevo al mundo. No es por mí. He percibido que Teresa Estaban está sufriendo mucho. No sé qué le ocurre ahora mismo, pero sé que todo el orden concertado se ha alterado, debido a la acción terrorista promovida por el Lado Oscuro en el hospital. Ya que esta acción destructora del orden natural de los acontecimientos se ha debido a que intentaban acabar conmigo y a los seres humanos que protegía, solicito con humildad reparar cuanto esté en mi mano el daño causado, al menos respecto a Simón, Teresa y Lea— solicitó Liduvel con voz alta y firme.
    Todos quedaron perplejos, pero ningún miembro del Lado Luminoso del Tribunal dijo nada en un principio. Sin embargo, los representantes del Infierno saltaron y abuchearon las palabras de Liduvel, sobre todo porque –aunque todo el mundo lo sabía- no reconocían que el incendio del hospital hubiera sido promovido por ellos.
    ¿Cómo te atreves a solicitar nada? Se está juzgado tu proceder inadecuado, tus métodos inadmisibles, tu falta de cumplimiento en todos los protocolos de actuación. No creemos que esta mezquina merezca un premio para aliviar su oscura conciencia, miembros del Tribunal. Además, no se ha demostrado que el fuego fuera consecuencia de una actuación del Lado Oscuro. Fue ese chico humano, Adrián, el que lo provocó para vengarse de Lea Pineda, en realidad para vengarse de Liduvel, que fue la causante de sus desdichas— protestó Derafiel, completamente fuera de sí, con los ojos encendidos de ira.
    ¿Y quién metió en esa cabeza hueca que quemara el hospital? Honorable Tribunal, todo el mundo sabe que esas órdenes de destrucción vinieron de abajo, de muy abajo, precisamente por mi causa. Yo solo intento reparar en parte el mal producido, como cuando saqué de las llamas a varios inocentes y salvé sus preciosas vidas— señaló Liduvel, defendiéndose como un gato panza arriba.
    Derafiel iba a hablar cuando Gabriel intervino, levantando su mano blanca como el mármol.
    Tenemos un auténtico problema entre manos. Nuestra diablesa encausada está actuando como un auténtico y genuino ángel de la guarda. Percibe el sufrimiento de sus protegidos, incluso en esta sala, que es un compartimiento estanco donde no debería recibir ninguna señal del mundo exterior, y eso es algo extraordinario que solo puede explicarse por los profundos vínculos creados con los humanos— señaló Gabriel, haciendo notar al Tribunal que era un hecho muy extraño. Se levantaron comentarios, tanto entre los miembros del Lado Luminoso como en el Lado Oscuro. Los ángeles del público evitaron levantar ningún rumor para no ser desalojados, pero se miraron unos a otros con expresiones de estupefacción.
    Es posible que Liduvel creyera tanto en lo que estaba haciendo, que se ha convertido en lo que pretendía ser...— aportó el arcángel Rafael con voz suave, desde su lugar del Tribunal.
    Ya sabemos lo que esto parece— replicó Derafiel, con acritud— Pero eso es imposible. Lo está fingiendo. No pasa nada ahí abajo. No es un ángel de la guarda autorizado y por lo tanto no puede recibir esas señales. Todo está establecido en el protocolo. ¡Está clarísimo que finge! No ha hecho más que infringir las normas en toda su larga vida. No guarda las formas ni el protocolo ¿De dónde puede haberle venido semejante poder?
    Gabriel miró hacia arriba, indicando el origen del poder. El resto del Tribunal, incluidos Derafiel, Luzdel y Databiel, miraron hacia arriba, de donde surgía toda la LUZ que iluminaba aquella sala.
    ¿Procede de ÉL?— farfulló Derafiel, sin poder creer que ÉL en persona estuviera interviniendo en aquel caso insignificante.
    ¿De quién si no?— señaló Gabriel, encogiéndose de hombros. Él parecía saber algo más que el resto de miembros de aquel Tribunal. Tenía la expresión traviesa de quien mantiene un secreto y disfruta jugando con aquellos que lo desconocen.
    Pero entonces... si Liduvel actúa como un ángel de Luz y recibe influencias y percepciones como tal... ¿es que ya se ha decidido su suerte? De no ser así, no lo entiendo. ¿Entonces qué estamos haciendo nosotros aquí? Debíamos decidir su destino en este Tribunal legalmente constituido. ¿Para qué clase de pantomima hemos sido convocados? Creo que, aún tratándose de ÉL, esto es un claro abuso de poder...— farfulló Derafiel, tan airado como asustado, pues temía que Lucifer le desintegraría por incompetente si no hacía constar toda su indignación e impedía aquella locura. En aquel instante, también pensaba que debía haber sido el Gran Jefe quien se personara como acusación, y no delegar en él. En un instante, su mente prodigiosa terminó urdiendo que esta podía ser también causa suficiente para pedir su dimisión: desinterés y dejadez en sus funciones, renunciando a tomar parte del juicio más importante de la historia de los ángeles.
    Nada está decidido. Solo es un pequeño destello de poder que se le ha otorgado en atención al amor que siente por esas personas. Se denomina premonición por afecto, y lo sienten los humanos que se aman y los ángeles de la guarda por sus protegidos— explicó Miguel al Tribunal, con voz calmada y dulce.
    Ludivel se quedó con la boca abierta, por el argumento de Gabriel y la explicación de Miguel.
    (por el amor que siento por esas personas es cierto que las quiero si fuera un demonio no podría hacerlo ahora mismo ya no soy un demonio entonces es cierto soy una tránsfuga en tierra de nadie)
    ¡Eso no ha ocurrido nunca...!— señaló Derafiel, tras consultar con rapidez sus archivos históricos.
    Pero eso no quiere decir que sea imposible— sonrió Gabriel con aire divertido, completando la máxima por todos conocida— Disculpadme un instante, amigos. Estoy recibiendo órdenes directas—les pidió, cerrando los ojos. Parecía que fuera iluminado por una luz aún más intensa, mientras hablaba con ÉL. Todos esperaban ansiosos que les comunicará las órdenes o instrucciones— Está decidido. Liduvel podrá bajar por un tiempo determinado a comprobar si sus protegidos están bien y ayudarles en lo que pueda. Actuará dentro del estricto protocolo de ángel de la guarda, demostrando con esta última prueba que está capacitada para regresar al Lado Luminoso.
    ¿Qué? Pero si los testimonios no han concluido. Esto es muy irregular. La acusada no debería poder salir de aquí hasta que no se resuelva su caso—protestó Derafiel, enrojeciendo. De haberse dejado llevar por sus instintos, hubiera reducido aquel Tribunal a cenizas, pero sabía que sus poderes no servían de nada en aquel lugar y además las consecuencias hubieran sido nefastas para él.
    No creo que Liduvel se de a la fuga. Arde en deseos de que se decida su suerte, pero el amor por sus protegidos le importa mucho más que su propio destino, lo cual le honra. En cuanto a que los testimonios no han concluido… creo que bastaría con lo que hemos escuchado hasta ahora. Si me lo permiten, lo resumo para el Tribunal: Liduvel obró mal, con procedimientos equivocados e inadecuados, pero consiguió buenos resultados. Como dicen los humanos: «ÉL escribe recto con renglones torcidos»—dictaminó Rafael, sin darle mucha importancia a los informes que habían escuchado con atención.
    Aunque lo más importante se haya dicho ya, mientras Liduvel vuelve temporalmente al mundo, podemos estudiar cuanto sea necesario y esté expresado en los informes, pero juzgamos necesaria esta última prueba para emitir nuestra sentencia.— indicó Miguel, apoyando a sus compañeros.
    Si la petición de ayuda ha trascendido estos muros, debe atenderse. Nada es dejado al azar, todo sigue un gran plan— señaló Rafael.
    ¡No estoy de acuerdo!— negó Luzdel, que había permanecido silencioso y con expresión mohína al igual que Databiel.
    Sin embargo, Derafiel, de mente abierta y clara, supo de algún modo que aquel caso debía ser perdido por decreto - ley, aunque no de una forma muy llamativa (para protegerse de forma provisional de la ira de Lucifer). La pérdida del «Caso Liduvel» haría caer a aquel ángel engreído y henchido de soberbia. Al comprender el sentido de todo lo que estaba ocurriendo en aquella sala, Derafiel hizo callar a su ayudante, pues también a él le convenía.
    Amigos del Lado Oscuro, la decisión está tomada... nada podemos hacer—le cortó en seco con una mirada fulminante, que reveló a su colega su intención. Luzdel comprendió entonces lo que ocurría, se mordió los labios y asintió. Databiel tardó un instante más en entenderlo todo, pero al fin cayó en la cuenta.
    Liduvel agradeció efusivamente el favor a Gabriel y a los miembros del Lado Luminoso del Tribunal. Miró a Daniel, que esperaba ansioso el resultado, sin poder replicar ni añadir nada a sus informes. Le guiñó un ojo, despidiéndose de él hasta pronto. Cuando salió de la sala, Gabriel le hizo un discreto gesto a Daniel, para que la siguiera, pero sabía perfectamente que en esta ocasión no podía dejarse ver, ni intervenir para nada. Era una prohibición absoluta, e infringirla le podía costar su titulación de ángel de la guarda e incluso podría perjudicar a Liduvel. Así lo comprendió Daniel con aquella mirada, y esperó con angustia que no fuera necesaria su intervención, porque si fuera asi, significaría su perdición, ya que no se cruzaría de brazos.
Cuando Liduvel llegó al inmenso chorro de luz en el cual descendería al mundo, halló en él un ángel que la acompañaría en su descenso. No la reconoció al punto, aunque le sonaba mucho su rostro, sobre todo su mirada. Era tan hermosa que su propia belleza palidecía ante su esplendor. No pudo evitar quedarse mirándola e intentar recordar su nombre. Como en toda conversación de ascensor, había que hablar de algo para demostrar un poco de educación, pero era estúpido hablar del tiempo en aquellos niveles. Liduvel la miró y sonrió, colocándose a su lado sin saber cómo comenzar.
    Un juicio movidito, ¿verdad? Hay muchos que te admiran, Liduvel. Este proceso significa un hito en la historia del mundo— inició la conversación aquel ángel, que la había reconocido.
    No creí que organizaría todo este follón, en serio. Yo solo quería regresar— respondió Liduvel con sinceridad.
    Todo aquel que inicia una revolución, es recordado. Tu iniciativa tiene mucho mérito y abrirá caminos de regreso. Estoy segura de ello—sonrió su acompañante.
    Espero que sea para bien— asintió Liduvel.
    Lo será. Cuentas con mucho apoyo. Ahora, ve, Liduvel, y no nos decepciones. Espero verte muy pronto— se despidió aquel ángel, cuando llegaron al mundo. Ella no se movió para salir del chorro. Liduvel bajó y la miró, sonriéndole.
    Gracias, lo mismo digo. Perdona, pero no recuerdo tu nombre...— se despidió Liduvel, avergonzada de su falta de memoria.
    Tengo muchos nombres, y muchas apariencias.—sonrió la desconocida— No me ves desde el principio del mundo, pero si regresas, tendrás ocasión de verme en todas mis formas.
    Liduvel sintió que todo su ser se revolucionaba al comprender quién era.
    ¡Eres TÚ!— exclamó emocionada, antes de que el hermoso ser desapareciera, fusionándose con la luz.
    Siempre le gustó jugar al despiste. Como todo el mundo le conocía como «ÉL», aparecía muchas veces como «ELLA» y de esa forma contactaba sin ser reconocida. Y ahora la había acompañado en su descenso, deseándole suerte. No podía creerlo. Aquel evento la llenó de buenos presentimientos.
    Pletórica de energía positiva, se dispuso a completar su extraño y maravilloso viaje.

    (continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario