UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPITULO 26)








Hola de nuevo, lectores y lectoras.

Se avecina un capítulo intenso y dramático. Lucifer, haciendo caso omiso a las instrucciones de no intervenir, acuciado por el intento del Infierno en pleno de destituirle por sus errores, utiliza a Adrian para provocar una tragedia en el hospital donde están ingresados Teresa y Simón. Sabe que son la debilidad de Liduvel, y que ella incurrirá en un grave error al intentar salvarles. 

La decisión que toma Liduvel sorprenderá a todos los que la observan desde el Lado Luminoso y el Lado Oscuro. Yo de vosotros, no me lo perdería. 

Hasta la próxima entrega, saludos a mis lectores y lectoras de España, Francia, Irlanda, Portugal, Ucrania, EEUU y Nicaragua.


    26.

    Para ejecutar una tarea que no podía considerarse oficial y que de ninguna manera debía conocerse por los altos estamentos del Lado Luminoso, decidió utilizar a un ser humano, siempre tan útil, tan dispuesto a hacer el mal de forma gratuita y sin motivo alguno.
     
    Tenía muchos candidatos para elegir entre los que ya habían inscrito su nombre en el libro negro de los futuros residentes en el Infierno, pero tras un ligero repaso a las posibilidades, fue al mismo Adrián a quien eligió. No le costó ningún esfuerzo convencerle para vengarse a la vez de Lea y de Simón.
     
    A Adrián le bastaba un pequeño empujón o una ligera iluminación para moverse: los suyos le habían abandonado y había dejado de ser el líder del grupo. Recibir en pocos días dos palizas de una chica que había sido su novia, les había parecido suficiente motivo para apartarle del mando y de la pandilla. Incluso su flamante novia Regina, deteriorada ya por el consumo de varias sustancias, le había abandonado aquella misma noche, despreciándole por su debilidad, y se había enrollado con el nuevo jefe de la pandilla, que le garantizaba poder y dosis gratis.
     
    Adrián era un experto en robos y en desastres varios desde tercero de primaria, por eso no le costó nada conseguir el material necesario para su venganza y acceder al sótano del hospital sin que nadie le viera. Reía como un idiota cuando sacó de su mochila los «cócteles molotov» que había preparado con cuidado. Sabía que iba a morir mucha gente además de Lea y Simón, pero eso no tenía ninguna importancia en aquel momento. Ardía en deseos de venganza y el número de muertos solo podía devolverle su prestigio perdido. ¡Lo que iba a presumir delante de aquellos imbéciles de lo que había montado en el hospital! Nunca más le cuestionarían como jefe.
     
    Desde la oscuridad, Lucifer en persona, le indicó con señales más que evidentes el lugar donde podía arrojar los «cócteles molotov» para hacer más daño en la estructura del edificio y provocar más daños personales y materiales, pero no le indicó por donde escapar cuando todo estallara en llamas. Era solo un idiota fácil y prescindible.
     
    Cuando todo estalló en llamas y espantado se dio cuenta de que estaba atrapado, lo último que pensó Adrián fue en lo estúpido que había sido, y en Lea, que le había avisado de que su fin estaba próximo y que debía arrepentirse si no quería conocer el terror infernal que había visto en sus ojos. En su último segundo de vida supo que el fuego que le consumía empezaba en aquel sótano, pero nunca terminaría.
    ¡LEEEEAAAAAAA! ¡ZORRAAAA! ¡MALDITA SEAAAAAAS!— gritó con rabia cuando sintió todo el peso de su error.
    Un instante antes de que se escucharan las explosiones, Liduvel lo sintió desde la segunda planta. Era un calor insoportable que le quemaba las entrañas, seguido por un frío glacial que la dejó sin fuerzas. La propia Lea se quedó sin respiración, absorbiendo lo que ella sentía. Ahogó un grito, pues supo que había empezado un ataque directo de las fuerzas infernales.
     
    Iban a por ella sin permitir que asistiera al juicio, bajo la protección de un Tribunal legalmente constituido. En el fondo lo había previsto, porque había valorado todas las posibilidades. Ella podía defenderse, pero temía que el fuego cruzado afectara a Teresa o a Simón, ya que ambos estaban bajo el mismo techo, en aquel hospital, aparte del resto de pacientes, personal sanitario y visitantes.
     
    (por favor Daniel necesito ayuda esto es el fin vienen a por mi y morirá mucha gente inocente)
     
    (no sé qué hacer Gabriel está reunido y yo no sé qué hacer)
     
    (hay que activar alguna alarma y sacarlos a todos del edificio antes de que el fuego se expanda los ángeles de la guarda de todo aquel que esté bajo este techo deben movilizarse ya te lo ruego avísales es urgente mucha gente inocente va a morir no debían morir hoy se han saltado el protocolo sus almas vagarán sin rumbo porque no les tocaba morir)
     
    (lo intentaré lo intentaré haré todo lo posible no me importa tener las manos atadas esto es más importante que el protocolo)
     
    Buscó algo para tapar a Teresa. Aunque fuera ya no hacía frío, ella estaba débil y no debía resfriarse. Sacó su bata del armario, y empezó a ponérsela sin decir palabra, ante el asombro de la adormilada Teresa, que no le había pedido ayuda para levantarse. Cuando ya salían al pasillo, se escuchó una fuerte alarma y Liduvel esperó haberse anticipado lo suficiente como para salvar todas las personas posibles, aunque quien más le importaban eran Teresa y Simón.
     
    El personal sanitario al completo sintió cómo la sangre se les helaba en las venas. El hospital estaba completamente lleno a aquellas horas, tanto de gente ingresada en las plantas, como en visitas externas en los bajos. Los quirófanos trabajaban a pleno rendimiento. Si la alarma resultaba cierta, sería un desastre mayúsculo. Tomaron la alarma con precaución, mientras pensaban por dónde evacuar a los enfermos.
 
La gente salió a las puertas de las habitaciones, y hubo quien empezó a salir del hospital, a pesar de que no se veía fuego ni humo que lo delatara.
    ¡Repasemos el plan de evacuación mientras nos confirman que no es una falsa alarma!— ordenó la enfermera jefe a las demás, manteniendo la calma.
     
    Entonces se escucharon varias explosiones, que removieron los cimientos del hospital. El plan de evacuación se dio por repasado y todo el personal comenzó a moverse rápidamente como eficaces hormigas.
     
    ¡Los que puedan andar sin ayuda, salgan con calma por las salidas de emergencia! ¡Sigan las indicaciones en el pasillo!— comenzaron a avisar de puerta en puerta, arrastrando a los sobresaltados pacientes y a sus acompañantes.
     
    Cojan los sueros y bajen por las escaleras. No usen los ascensores. Ni siquiera sabemos donde está el fuego— alertaron enfermeras y auxiliares, asomándose a cada habitación. Si los enfermos no tenían acompañantes, intentaban evacuarlos.
     
    ¡Necesitamos todas las sillas de ruedas! ¡Incluso las de las oficinas!—urgieron los celadores, intentando poner a salvo los enfermos con menor movilidad.
    Liduvel no podía perder tiempo en esperar una silla de ruedas. Le dio el suero a Teresa para que lo sostuviera y la cogió en brazos, ante la sorpresa de la mujer, que no creía que tuviera tanta fuerza. Una vez se planteó cómo había movido los muebles para pintar, pero dejó de pensar en ello al contemplar lo bien que había quedado la casa.
    No te preocupes. Te sacaré de aquí—le prometió, sudando copiosamente, no por el esfuerzo, ya que Teresa era muy ligera, sino por el miedo que le transmitía a Lea por la cercanía de Lucifer.
    Atravesó el pasillo, a pesar de la multitud de personas que huían hacia las salidas de emergencia. Vio que el humo comenzaba a llegar al otro extremo. La falsa alarma activada por Daniel se había anticipado unos pocos minutos al verdadero fuego, salvando algunas vidas con ello. Teresa se aferraba a su cuello con un brazo, mientras sostenía el suero con la otra.
    Lea ¿qué pasa? ¿Por qué me habías puesto la bata y hemos salido antes de que sonara la alarma?—preguntó Teresa, asustada, sin saber qué pensar.

    Todo esto es por mí culpa, Teresa. Van a por mí. Pero no permitiré que te hagan daño— confesó Liduvel, empujando a los de delante para que se apresuraran. Muchos de ellos arrastraban los pies. Estaban débiles. Sus cráneos sin cabello se veían brillantes de sudor, pero ella no debía dejarse llevar por la compasión en ese momento. Debía salvar a Teresa. Después ayudaría a los demás. Ella era Liduvel, una diablesa primigenia, y contaba aún con muchos poderes. Imprimiría toda la fuerza posible a Lea.

    Hija... ¿quién va a por tí? ¿Qué has hecho tú?— indagó Teresa, asustada.

    Fugarme del infierno, Teresa. Y eso no se perdona— reveló Liduvel, pero Teresa pensó que estaba hablando metafóricamente.
    En ese instante, Liduvel tuvo la desgraciada (o afortunada) idea de girar la cabeza hacia la unidad pediátrica de oncología. La mayoría de niños estaban solos a aquellas horas, pues sus padres estaban trabajando. Algunos de ellos se habían lanzado a salir de allí, pero otros se mantenían al fondo de la estancia que les servía de aula, como petrificados. Liduvel les miró mientras pasaba, desolada, y se apresuró a sacar de allí a Teresa, porque debía volver a por ellos. No podía confiar en que los humanos se acordaran de rescatar a aquellos desdichados.
     
    (ayuda por favor ayuda esos niños yo haré lo que pueda pero necesito toda la ayuda posible no hay respuesta no hay respuesta ¿es que ahora no pueden intervenir? Por favor por favor no es para mí lo que pido es por ellos)
     
    Liduvel no podía saber que tanto las miradas del Lado Luminoso como del Lado Oscuro estaban fijas en aquel hospital. Los ángeles guardianes intentaban poner a salvo a sus protegidos. Los ángeles oscuros se reían en sus caras, aterrizaban y confundían a los pobres mortales para que corrieran hacia las llamas, arrollaran a sus semejantes o se quedaran paralizados por el miedo sin poder ponerse a salvo. Cualquier acción de Daniel en ese momento se habría hecho demasiado evidente, por eso sufría.
     
    Bajaron tropezando por la escalera de emergencias. El tobillo de Lea se lastimó y Liduvel tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no cayera rodando y arrastrara a otros desgraciados en su caída. Bajo, en la explanada que servía como aparcamiento cuando el aparcamiento vallado estaba lleno, ya se organizaban grupos de médicos y enfermeras que ayudaban a los enfermos y exigían la ayuda de los acompañantes y viandantes sorprendidos para colocarles y tranquilizarles. Liduvel dejó a Teresa junto a un médico.
    Voy a volver ahí dentro, Teresa. Tú quédate aquí, cuidarán de ti. No te pasará nada.—le dijo Liduvel, tocando con afecto su rostro helado.
     
    ¡No, por favor! ¡Quédate conmigo! ¡NO puedes hacer nada, y yo te necesito!— le pidió Teresa sujetándola con sus escasas fuerzas, pues temía no volver a verla.
     
    Hay otros que me necesitan, Teresa, ojalá pudiera quedarme contigo, pero tengo que sacar a los niños, y también a Simón.— le dijo Liduvel, soltando sus manos crispadasSi ÉL quiere que vuelva a tu lado, lo haré. Y cuando lo dijo, miró hacia arriba para hacerse entender. Teresa la soltó, asintiendo, con la terrible certeza de que ÉL no la dejaría regresar a su lado. Siempre tuvo muy mala suerte, aquella buena racha solo había sido un espejismo.
    Liduvel le dio un impulsivo beso en la mejilla y corrió a entrar de nuevo. Teresa arrancó a llorar en cuanto supo que ella no podía verla.
     
    Simón, enyesado y medio inmovilizado como estaba, ayudó a su compañero de habitación, que estaba en peor estado que él, con ambas piernas rotas y escayoladas. Los chicos del equipo que estaban visitándole cuando sonaron las alarmas, no querían o no podían separarse de él. Estaban muy asustados. Pidió a los chicos más mayores que ayudasen a salir a los compañeros más pequeños. Comenzaron a moverse hacia las salidas de emergencia, recogiendo en su camino a una mujer que había caído y no podía moverse debido al pánico. Los pasillos estaban llenándose de humo y tosieron con fuerza. Simón hizo un gran esfuerzo por seguir, incluso por respirar. No podía ayudarse con su brazo roto, pero con el otro brazo y un gran dolor en el pecho por su costilla rota, arrastraba a su aterrorizado compañero, que se asía a él como única tabla de esperanza.
    ¡Vamos, chicos! ¡Vamos! Somos fuertes. Somos el mejor equipo de fútbol del mundo. Ayudemos a los que nos necesitan. Saldremos en los periódicos, chicos, y nos lloverán ayudas. Podremos comprar equipajes y balones nuevos.— les animó Simón haciéndose el fuerte, pero lo cierto es que se sentía miserable por no poder hacer más.
    Los chicos asintieron, pero en ese momento se conformaban simplemente con salir vivos de allí, porque se ahogaban de tos y apenas distinguían el cartel luminoso de la salida de emergencia.
     
    Chocaron contra alguien que entraba precipitadamente, y la reconocieron por sus ojos encendidos y rojos, los mismos que habían visto centellear cuando espantó a los camellos que les vendían droga. Ahora no tuvieron miedo de sus terribles ojos, porque venía en su rescate.
     
    ¿Lea?— preguntaron—Lea ¿donde está la salida?—exclamaron los primeros chicos, que sostenían a sus compañeros más pequeños.
     
    ¡Por aquí, por aquí! ¡Venid todos! ¡Seguidme!—les gritó Liduvel, cogiendo a la mujer que arrastraba un chico, descargándole de tal responsabilidad.
     
    Simón le sonrió débilmente. Verla le llenó de esperanza, porque ella tenía la fuerza suficiente para sacarles de allí. Liduvel sintió pena por él, ya que le vio dolorido y notó que se arrastraba con dificultad y le faltaba el aire, pero aún así no tenía intención de soltar al hombre al que había rescatado. Por ello, Liduvel imprimió toda la fuerza posible a los brazos de Lea, para sostener también a aquel hombre con su brazo libre. Era un gran esfuerzo de concentración, porque los delgados brazos de Lea no eran capaces de arrastrar a dos personas de bastante peso como aquellas. Pero debía esforzarse para que Simón consiguiera salir. Y aprisa, porque los niños enfermos no resistirían mucho tiempo más.
    ¡Venga, Simón! ¡Sé fuerte! ¡Te necesitan! ¡Tienes que vivir! — le urgió ella, mientras el cuerpo de Lea estaba a punto de desfallecer.
    Los dos enfermos que ella sostenía, se miraban con sorpresa. ¿Cómo podía arrastrarlos una chica de apariencia tan frágil?
     
    Liduvel les guió a través de pasillos que no podían ni ver. Los primeros chicos se cogían firmemente a ella, y guiaban a los demás con las manos entrelazadas entre ellos, para no perderse en el espeso humo. Así pudo sacarlos hasta la escalera de incendios y al ansiado aire libre. Vio los reflejos de las sirenas de los bomberos, que se acercaban a toda velocidad, abriéndose paso entre los coches que se habían quedado detenidos para observar el incendio y entorpecer cuanto pudieran. Respiró aliviada, aquellos humanos preparados serían de gran ayuda.
    Ya estáis fuera, campeones. Respirad. Respirad hondo. El humo no os habrá hecho mucho daño, pero si hay botellas de oxígeno libre, pegad una esnifadita ¿de acuerdo?— bromeó ella, dejándoles sentados en el suelo, donde otras personas que no se animaban a entrar en el hospital, les ayudaron a alejarse del edificio.
    Simón la miró con admiración, mientras ella se giraba de nuevo hacia la entrada. La suya era una acción muy heroica, pero estaba arriesgando la vida de Lea, no la suya, que era eterna. La cogió de una mano y la retuvo.
    ¡No vayas, Liduvel! Quizá tú no mueras, pero Lea morirá si entras de nuevo. Te lo ruego. Ya has hecho mucho por los humanos. Seguro que eso contará mucho para regresar a la Luz—le pidió él en un susurro para que los chicos no le oyeran— Por favor, debes conservar su vida.
    Ella negó con la cabeza. Aunque había empezado a respetar un poco a Lea, recordaba a los niños enfermos y no podía quedarse allí por nada en el mundo, ni siquiera por la salvación o perdición de su espíritu inmortal.
    Solo un viaje más. Los bomberos ya están ahí, pero hay niños enfermos de cáncer escondidos en su aula. No les verán con este humo, Simón. No es por sumar méritos. Eso ya no me importa. Pero no hay nada que me entristezca más en todo el universo que un niño enfermo y desamparado— le respondió Liduvel, con los ojos llenos de lágrimas que no provocaba el humo.
    Simón no distinguió ni rastro de la diablesa ante él, sino a un ser compasivo y valiente que quería arriesgar su vida por unos niños que quizá murieran de todos modos, pero que jamás permitiría que murieran de una forma tan cruel.
    Estás hablando como un ser humano, amiga Liduvel, o aún mejor, como un ángel custodio— elogió Simón entonces, con lágrimas en los ojos— Ve con Dios, Liduvel— musitó Simón, de todo corazón, porque presentía que era la última vez que la vería.
     
    ¡Gracias, amigo! ¡En eso estoy!— sonrió ella a través de sus lágrimas. Por primera vez no pegó un respingo cuando escuchó aquel nombre. Incluso ella notó este cambio. Quizá era una señal. Pero por si era la última vez que veía a Simón, se dejó llevar por un impulso y le dio un beso en la boca, para despedirse como debía.
    Liduvel entró de nuevo, a pesar del calor y del humo, y también a pesar de que algunas personas intentaron con todas sus fuerzas hacerla desistir de su empeño suicida. Viendo que no podían con ella, esperaron en la puerta, inquietos por su suerte, mientras empezaban a comentar entre ellos que habían visto como aquella chica sacaba en brazos a una mujer, y después a un grupo de chicos y a varias personas ingresadas. Decían que era una auténtica heroína, y que tenía la fuerza de dos hombres.
    ¡No puedes hacer nada por los que quedan dentro! ¡Hay demasiado humo!— gimió una auxiliar de enfermería con quien se cruzó. Había salido a duras penas del edificio arrastrando fuera a una mujer y a su bebé en una silla de ruedas.
    Los chicos del equipo de fútbol comenzaron a gemir y llorar, y como todos lo hicieron al mismo tiempo, nadie se burló de los demás por hacerlo. Simón les consoló como pudo, y les aseguró que Lea saldría, porque debía verles jugar en el campeonato local, y porque era bastante cabezota para lograrlo.
     
    Daniel había estado todo el tiempo flotando junto a ella y viendo la dimensión del peligro, se materializó. A aquellas alturas ya no le importaba que notaran su intervención, porque muchos demonios estaban por allí enredando cuanto podían. Como espíritu, él no sentía el humo que ahogaba a Lea, la portadora de Liduvel. Por eso la guió como pudo a través de los pasillos. Conocía el objetivo de Liduvel, pero como Simón, pensaba que aquel humo acabaría matando a Lea, que era mortal y ya estaba muy afectada.
    Debes dejarlo, Liduvel. Lea morirá. Y tú serás culpable. Eres responsable de ella... recuérdalo— le pidió Daniel, intentando impedirle el paso cuando el humo se espesó de tal forma que ella se ahogaba de tos.
    Ella negó con la cabeza. Cubrió la boca de Lea con un pañuelo y se esforzó por hacerla seguir. No podía hablar, pero Daniel sabía lo que pasaba por la mente de la diablesa.
     
    (lo sé lo sé me rindo ya no puede más sácala de aquí Daniel voy a salir de ella solo así podré salvarles a todos)
    ¡Pero no podrás volverte a meter en Lea! Y todavía no es tiempo de tu juicio. No nos han avisado. ¿Qué será de tí?— negó Daniel, asustado por la suerte de Liduvel.
    (no hay tiempo para pensarlo dos veces esos niños merecen una oportunidad no morirán entre las llamas no lo consentiré pobres almas tristes)
     
    Liduvel se esforzó por salir de Lea, como se había esforzando por entrar.
    ¡No, por favor!—intentó aún Daniel, antes de ver caer a Lea al suelo, inerte, mientras Liduvel emergía de ella, tan brillante y hermosa como un ángel de luz. Se quedó fascinado, con la boca abierta, mientras se agachaba para coger a Lea en brazos.
     
    ¡Sálvala, Daniel, por favor! ¡Sácala de aquí!— le pidió Liduvel, con su preciosa voz aterciopelada, que parecía música en sus oídos.
    Cuando pudo reaccionar ante tal visión, Daniel sujetó bien a Lea y la llevó flotando a través de los pasillos, hasta que vio llegar a unos bomberos y la dejó en su recorrido, para que la encontraran enseguida. Miró hacia atrás un par de veces mientras regresaba sobre sus pasos para seguir a Liduvel. Los bomberos la habían encontrado, y uno de ellos la sacaba de allí sin dificultad. Él suspiró, aliviado. Lea se salvaría y su muerte no caería sobre la conciencia de Liduvel.
     
    La diablesa buscó con sus ojos perfectos a través del humo. Se cruzó con un viejo conocido, al que había engañado una vez en un callejón, no hacía mucho tiempo. Era un ángel neutro, uno de los que trabajaban para ambos Lados: un Ángel de la Muerte. La miró de soslayo mientras pasaba a su lado, tocando a gente que había caído por los pasillos y se había asfixiado. Supuso que estaría resentido contra ella, por engañarle y no permitir que se llevara a Lea, pero el ángel no le dijo nada. Era un trabajador incansable, discreto y sombrío, que tenía demasiado trabajo para prestarle atención. Continuó flotando por el pasillo, terco e implacable.
     
    También se cruzó en su camino con las almas confusas de humanos, que deambulaban sin saber a dónde ir. Al verla, algunas almas intentaron retenerla, preguntarle hacia donde iban o seguirla, pero ella negó con la cabeza.
    ¡No, conmigo no! ¡Id hacia la Luz, siempre hacia la Luz!— les indicó Liduvel, señalando un inmenso chorro de luz que caía desde lo alto e inundaba el pasillo.
    Se giró varias veces para ver si aquellas almas perdidas se aclaraban y percibió satisfecha que la mayoría alcanzaban el gran chorro de luz, el ascensor hacia la sala intermedia, donde serían juzgados por sus actos y destinados a su lugar definitivo. Pensó con creciente piedad que muchos no lograrían llegar a la Luz definitiva, pues la gran mayoría de sus actos habían sido malvados y egoístas.
     
    Entre los desdichados destinados al Infierno, si eran inteligentes, tenían mucha suerte y jugaban bien sus cartas, saldrían los nuevos numerarios del Lado Oscuro. Los demás se sumergirían en las diversas cámaras de tortura (clasificados según la gravedad de sus errores) y los peores de entre ellos irían a parar al pozo más hondo, el peor lugar del infierno, donde se recibían descargas extras de fuego y sufrimiento con cada rabieta de Lucifer (es decir, muy a menudo). No quiso pensar en ello, pero ahora que pretendía abandonar el Infierno y su identidad de diablesa, le pesaba que fueran tantos los allí destinados.
     
    Las llamas ya se acercaban cuando llegó a los niños de la unidad pediátrica de oncología. Estaban acurrucados en un rincón, abrazados unos a otros. Eran cinco pequeños, y ninguno tenía más de diez años. Algunos habían perdido el conocimiento, otros la miraron con admiración y temor.
    ¡Es un ángel!— señaló un chico, abriendo los ojos tanto como le permitía el humo.
     
    ¡Qué bonito es!— exclamó una niña de grandes ojos verdes, mirándola con éxtasis.
     
    ¡Es el ángel de la guarda!— musitó otra niña, al borde del desmayo.
     
    Os sacaré de aquí. No tengáis miedo— les animó Liduvel, con aquella voz tan hermosa, que les hizo levantarse sin temor ninguno. Ella les cogió a todos, a los conscientes y a los desmayados, y los llevó sin dificultad por los pasillos, flotando por el aire.
    Daniel sonrió al ver que su plan había tenía éxito. Les siguió flotando. Sintió el peligro que se cernía sobre ellos antes de que se produjera, y se abalanzó hacia Liduvel, cubriendo totalmente a los niños que ella portaba. Hubo una explosión y parte del techo del pasillo cayó sobre ellos. Liduvel le miró agradecida, pues en su empeño de rescatar a los niños, no había previsto la explosión. Continuaron su camino de aquella forma, abrazados y con los niños protegidos por sus dos espíritus poderosos, hasta que distinguieron a los bomberos, que se habían retirado ante la deflagración y volvían al ataque en cuanto vieron que las explosiones habían terminado. Entonces Daniel se separó de Liduvel, para permitirle concluir sola su heroica misión y no restarle méritos.
    Señorita, todo el mérito es suyo— bromeó él, intentando no parecer avergonzado, inclinándose ante ella y cediéndole el paso.
     
    Muchas gracias. Eres todo un caballero, humanamente hablando— le sonrió ella, con aquella voz que le hacía derretirse sobre los escombros.
    Uno de los bomberos más avanzados aún pudo distinguirla, brillante entre el humo, bellisima y flotando con los niños en brazos. Pensó que el humo le estaba afectando, y se sobresaltó aún más cuando ella le habló.
    No se detenga por mí. Sáquelos rápido de aquí. Que respiren aire limpio— le urgió Liduvel, con su preciosa voz, llenándolo de una sensación extraña, mezcla de bienestar e inquietud.
    El bombero cogió en brazos a dos niños y llamó a sus compañeros para que le ayudara con los demás. Los niños que aún estaban conscientes miraron hacia atrás cuando les sacaban, para despedirse de su ángel salvador.
    Sed buenos. Ser bueno siempre tiene su recompensa...— se despidió ella, lanzándoles un beso sincero, lleno de amor y piedad por ellos.
    Ellos asintieron fascinados, prometiéndolo de corazón. Tiempo después, ya recuperados, todos los niños reflejaron en sus dibujos infantiles, de forma casi idéntica, un ángel de alas oscuras, cabello rojo y hermosos ojos rasgados de un brillante color rojo. Sus padres y todos aquellos que vivieron el incendio, no dudaron jamás de que se había producido un milagro para que los niños salieran con vida de aquel incendio, pero a todos les extrañaba el peculiar e inquietante aspecto de aquel ángel.
     (continuará)
     

AVALON SUMMER FAERIE FEST






Hola, lectores y lectoras. Debía hacer esta entrada en homenaje a un evento al que he asistido este fin de semana. Llamarle evento es poco adecuado. Lo cierto es que nos sumergimos en un sueño. Vivimos un par de días entre hadas, duendes, caballeros. damas, vikingos, goblins y otros seres fantásticos en plena sierra, en el Refugio de Condemios de Arriba (Guadalajara)

La artífice de este festival es María. Todo comenzó en una pequeña sala de exposiciones en el barrio de Malasaña en Madrid. Yo había conocido a María en Facebook, y me invitó a presentar mi libro "Rol sangriento" en aquel primer Avalon Winter Fest. Debo confesar que lo pensé dos veces, pero finalmente me decidí, porque tenía muchas ganas de conocerla y promocionar mi libro en Madrid. Entonces viajamos mi hija y yo, conocí a María y a otros artesanos e elustradores, como Recóndita, con quien mantengo el contacto aún.

Ese solo fue el principio. No pude asistir al segundo Avalon, aunque me hubiera gustado repetir. Ese año, el local ya se quedó pequeño y hubo que cambiar a otro con más espacio, pues había más artesanos e ilustradores interesados en participar.

A principios de este año, en plenas fiestas navideñas, se organizó un tercer Avalon Winter Fest, ocupando dos pisos de un salón de exposiciones al que concurrieron artesanos de todo tipo: de estética gótica, steampunk, seguidores de Harry Potter, hadas, duendes y orcos, una exposición genial de efectos especiales y sobre "La Historia Interminable", con la asistencia del gran Colin Arthur, un mago legendario de los efectos especiales. En esta ocasión participé contando "La Sala de espera", una de las historias contenidas en mi libro "Desde la penumbra", por pertenecer al género fantástico y encajar en el espíritu de Avalon

Esa edición ya fue extraordinaria, por el número de participantes y el de visitantes. Y yo lancé al aire mi deseo para María. Le dije que la veía en un gran evento, con muchísima gente en un lugar mucho más espacioso y teniendo mucho éxito. Así que mi deseo se cumplió y María organizó el Avalon Summer Faerie Fest, en un enclave maravilloso, en plena naturaleza, con miles de asistentes, gran número de activiades como tiro con arco, ponencias sobre elaboración de hidromiel, elaboración de cotas de malla, comics, alas de mariposa, taller de juegos malabares, lucha con sable láser, torneos de quiddicht, juegos de rol de mesa y en vivo, escuela de sirenas, conciertos de música celta, concurso de cosplays... y tantas otras actividades que no pude plasmar con mi cámara, porque era imposible estar en todas partes a la vez, mientras por los bosques y prados paseaba gente estupenda ataviada con sus galas fantásticas o medievales. 

Yo también me convertí en hada por un instante, porque tocaba estrenarme como cuentacuentos infantil. Elegí para mi debut el cuento "El hada diferente", apta tanto para niños como para adultos. De hecho tuvo público de todas las edades. Creo haber pasado la prueba con buena nota, y deseo que llegue la próxima edición de Avalon para repetir, porque fue una experiencia increíble.

Ojalá que mis palabras y las imágenes que comparto en mi blog os provoque deseos de asistir al próximo Avalon 2017, porque si venís a recuperar el mundo de la magia, seréis bien recibidos.







Si queréis ver el reportaje completo, podéis visitarme en mi muro de Facebook. Estaré encantada de mostraros parte de la magia, aunque hay que verlo para creerlo, aunque en el mundo fantástico se dice que creer es ver.

Hasta la próxima entrada, amigos y amigas. ¡Feliz solsticio de verano!

UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPÍTULO 25)








Hola de nuevo, amigas y amigos lectores. Saludos a aquellos que me leen desde España, EEUU, Irlanda, Alemania, Francia, Ucrania, Argentina, México, Polonia y Portugal. Mi fugitiva Liduvel cada vez viaja a más lugares del mundo. Su rebelión cada vez es más conocida, y debo confesar que me encanta.

En este capítulo, que se desarrolla en los tres mundos: el humano, el Lado Luminoso y el Lado Oscuro, el plan gestado por Damon con la colaboración de la cotilla más eficiente del Infierno, Fedra, está funcionando a la perfección. Los terribles fallos de seguridad cometidos de Lucifer pueden llegar a significar su destitución, de acuerdo con un protocolo establecido hace eones, pero que nunca había llegado a aplicarse. Por otra parte, Gabriel confiesa a Daniel que está colaborando en una gigantesca conspiración que comenzó hace mucho tiempo, y cuyos resultados acaban de comenzar con la fuga de Liduvel.

¿A que es emocionante? Adelante, disfrutadlo. La próxima semana haré un pequeño paréntesis en esta historia por capítulos, para hablaros de un gran acontecimiento que viviré este fin de semana. Me voy a Avalon, nada más y nada menos. Ya os contaré.

Besos a todos y todas.



    25.
    Liduvel informó a Teresa de que habían ingresado a Simón para observarle al menos durante veinticuatro horas, por si sufriera lesiones internas o posibles complicaciones. Le contó que le había defendido de sus atacantes, para explicar algunas raspaduras que tenía (las pocas que habían conseguido hacerle sus inferiores atacantes). Teresa se asustó mucho cuando supo que el antiguo grupo de Lea andaba de nuevo por allí.
    No vuelvas jamás con ellos, ni con ninguno como ellos. Ahora que tienes la menta clara, ya comprendes cómo son— le pidió Teresa, con una voz que parecía un gemido y su mano cogida con fuerza.

    Lo sé. Lo sé, tranquila. Nunca veras a tu hija con ese grupo. Creo que después de hoy, pensarán dos veces si acercarse otra vez a Lea Pineda— asintió Liduvel, con aquella sonrisita burlona que exhibía cuando jugaba con sus dos personalidades.
     
    Derafiel tembló de inquietud cuando llegó a sus oídos el insistente rumor que corría por todo el infierno. Consultó con varios colegas, superiores de departamentos diferentes, y a todos les había llegado el mismo rumor. Por todas partes se celebraban reuniones que no habían sido convocadas de forma oficial y se escuchaban multitud de cuchicheos por los rincones.
     
    En aquella reunión eran Luzdel y Derafiel quienes informaban a diversos jefes de departamento, quienes permanecían mudos y encogidos ante el enorme conflicto que se abatía sobre el Infierno.
    Está claro que ha habido una terrible negligencia. No podemos consentirlo, por el bien de nuestra causa. No ha sido un mal jefe durante todo este tiempo. Convendréis conmigo en que en ocasiones ha sido un poco duro, pero es nuestra naturaleza. Pero este grave error supone la degradación. Por mucho menos de lo ocurrido se ha condenado a muchos hermanos a la desintegración, aunque al final de alguna forma continúen vivos en ese Estanque de las Almas Perdidas— explicó Luzdel, mirando hacia todas direcciones, para evitar que lo sorprendieran conspirando, aunque a aquellas horas todos los demonios estaban hablando sobre el mismo tema.
     
    En eso estamos todos de acuerdo, pero... ¿quién va a degradar al Gran Jefe? Esto es una locura. Hay que detenerla antes de que todos empecemos a desaparecer absorbidos por el Estanque del Olvido Eterno... y no penséis que es un buen fin, porque no lo es. Sé de lo que hablo, yo he estado allí— farfulló Derafiel, espantado ante la posibilidad de haber sido el origen de tal catástrofe, por revelar la existencia de aquel lugar.
     
    No es algo que pueda hacerse de forma individual. Por todas partes nuestros hermanos se están reuniendo para pedir en bloque la degradación. De esa forma, o cede o se queda solo en el infierno...— señaló Luzdel, con ojos inquietos.
     
    ¿Solo? ¡Venga ya! El infierno nunca se quedará vacío, hay muchos candidatos en el mundo para descender al infierno. Lo que sucederá es que destruirá a todos los demonios primigenios que pueden hacerle sombra y nos reemplazará por numerarios sin formación ni categoría profesional ninguna. Será el puto fin del Infierno tal como se conoce— auguró Derafiel, con todo su rostro fruncido en una máscara de indignación, pues tenía claro que él no tenía ningún futuro.
     
    Debemos arriesgarnos, hermanos. Debemos defender la razón de ser del Lado Oscuro: el trabajo eficaz y constante para perder las almas humanas en el infierno eterno. Él se ha distanciado de la realidad, no está centrado en su trabajo, hace tiempo que dejó de ser un gran rival para ÉL, por eso nos aquejan todos estos males. Pésimos días, colegas. Y permaneced alerta, por si la revuelta prospera, no sea que te corresponda a ti sustituirle...— sugirió Luzdel, pensando con más claridad y visión de futuro que Derafiel.
    No había muchos demonios primigenios capacitados para ejercer aquella función con tanta responsabilidad. Luzdel no reunía categoría suficiente, pero Derafiel era un demonio sabio y antiguo, muy bien preparado y considerado entre sus colegas. Por añadidura, era el intrépido que había descubierto el gran agujero en la seguridad de las posesiones infernales: el Estanque del Olvido Eterno. Verdaderamente tenía muchos números para ganar aquel extraño sorteo.
     
    Cuando el envalentonado Derafiel abandonó la estancia, pensando que pronto podía ser fulminado o convertido en el nuevo Gran Jefe, dependiendo de los acontecimientos, Fedra se apresuró a pulsar el intercomunicador para dar cuenta de todo lo que había escuchado.
    ¿Damon? Todo marcha sobre ruedas. La revuelta ya se ha gestado, falta solo un pequeño empujón y el objetivo se conseguirá...
    Damon sonrió satisfecho al otro lado del intercomunicador. Al parecer, manipular las mentes infernales era aún más sencillo que manipular las mentes humanas. Pronto vería el cumplimiento del Gran Plan. Y él regresaría a casa. Añoraba el Lado Luminoso.
     
    Gabriel repasó con gran atención el informe de Daniel, que había omitido el episodio del intercambio de golpes ante la iglesia. Quedaba demasiado evidente que no se reflejara. Miró a Daniel, quien carraspeó como si aún tuviera una garganta que aclarar antes de hablar.
    Todo fue muy rápido, señor. No pude verlo bien, pero ella les conminó a que abandonaran el lugar y lo hicieron, eso es lo importante, esa fue la verdadera razón de ser de su actuación. No mató a nadie, pese a que lo deseara con fuerza y salvó a Simón, que podía haber muerto o quedar mal herido, es decir, peor aún de lo que ya está... y en su ausencia, los niños del equipo de fútbol quedarían expuestos a un gran peligro sin su protección…— se justificó Daniel, hablando a gran velocidad, ya que sabía a qué venía aquella mirada incisiva.
     
    Una chica que aparenta tener dieciséis años y pesa menos de cincuenta kilos, conmina a un grupo de siete gamberros fornidos, cargados hasta las cejas de estupefacientes... ¿y vence sin utilizar la violencia? ¿Usó la hipnosis o cualquier otro método infernal para convencerles?— se interesó Gabriel, con sus hermosas cejas arqueadas en un gesto incrédulo, arrastrando las palabras ¿Dónde escribiste que mostró visiones infernales al jefe de los matones para aterrorizarle? ¿Dónde refleja aquí que repartió golpes imprimiendo toda su fuerza a esa chica poseída y que deseó con fuerza matarlos a todos por lo que le habían hecho a Simón? Daniel, amigo mío, he pasado por alto tus informes claramente parciales, pues eran inofensivas omisiones que no afectaban al resultado final. Pero el Juicio está cerca, y no podemos permitirnos un fallo tan evidente...— le regañó Gabriel con suavidad, moviendo la cabeza con gesto negativo.
    Daniel se deshinchó ante sus palabras. Gabriel lo sabía todo, sin necesidad de leer sus informes. Le había puesto a prueba y le fallado, perdiendo una gran oportunidad para ganar méritos y convertirse en un ángel custodio.
    Perdón, señor. Es cierto que he sido parcial, intentando favorecer a Liduvel, porque me cae bien y creo que merece regresar al Lado Luminoso. Asumiré a responsabilidad de mis actos. Y ahora... disculpe mi osadía, pero si sabe lo que ocurrió... ¿qué objeto tiene mi investigación?— habló Daniel, convencido de que ese era su fin como ayudante del gran Gabriel.
     
    Mis informes, querido amigo, no valen ante el Tribunal. Siempre se solicitan a un alma imparcial. Pero por supuesto... al elegirte a ti, no elegí a alguien imparcial. Sabía que simpatizarías con Liduvel... por razones que ahora no vienen al caso, pero no pueden recusarte ante el Tribunal, como lo harían conmigo. Un arcángel no debe involucrarse tanto en un asunto tan oscuro. Nunca se ha hecho antes...— sonrió Gabriel, benevolente ante el gesto desolado de Daniel.
     
    Pero eso no quiere decir que sea imposible...— completó Daniel la máxima por todos conocida.No quiero parecer desagradecido, porque me hizo un gran honor al elegirme como ayudante. Yo no era nada, solo un recién llegado, sin mérito ninguno, y ahora todos me miran con respeto, y dan por hecho que seré ángel de la guarda en un tiempo record... pero...— comenzó Daniel tímidamente.
     
    Pero te sientes un poco inútil al conocer yo todo lo que ocurría sin necesidad de tus informes... ¿es eso?— completó Gabriel, con una sonrisita torcida.
     
    Eso es— asintió Daniel, aliviado por no tener que decirlo él.
     
    Lo cierto es que no hubiéramos descubierto la fuga de Liduvel sin tu informe preliminar. Al menos no tan pronto. Yo no debería observar, pero este caso me tiene muy intrigado, amigo mío. No debería implicarme, pero nadie es perfecto... salvo ÉL, claro está. Hemos roto muchas normas y no cumplimos en gran parte el protocolo, ni tú ni yo. Pero te diré, en honor a la verdad, y sin que esto salga de aquí, que antiguas intrigas del Lado Luminoso han ido a desembocar en este asunto, que no concluirá con la simple fuga de Liduvel, créeme. Este solo es el comienzo— reveló Gabriel, guiñándole un ojos y con aquella sonrisa que parecía decir más de lo que decían sus palabras.
     
    Me deja perplejo, señor— musitó Daniel, que ahora se sentía mucho más importante, pues estaba inmerso en una gran conspiración, en la cual había colaborado con gran eficacia.
     
    Fedra avisó a sus amigos y compañeros, para que al escuchar la señal, salieran de sus respectivos despachos. No debían hacer ni decir nada, solo detenerse ante las puertas, en pasillos y galerías, y esperar en silencio. Eran los Jefes de Departamento los que actuarían, pero ellos debían estar allí, porque así debía hacerse, siguiendo un protocolo que se inventó hacía eones, pero que hasta entonces no se había ejecutado.
     
    A la señal, la actividad en el infierno se paralizó totalmente, y Lucifer lo sintió de inmediato. El absoluto silencio que lo invadió todo le llevó al balcón de su despacho y al asomarse, incrédulo por lo que significaba aquel paro, los vio a todos hasta donde alcanzaba su potente vista, firmes y en pie, mirándole con ojos acusadores sin emitir ni un sonido. Sintió crecer la furia en su interior, pues sabía lo que significaba aquella manifestación, pero no iban a salirse con la suya. Igual que el protocolo se había inventado, podía destruirse. Quizá con su actitud cerrada provocara una rebelión mayor en sus subordinados, pero no iba a perder su cargo por unos miserables y mínimos errores. Los rumores habían llegado hasta la misma antesala de su despacho y él tenía buen oído.
     
    No solo se le acusaba de que no había detectado la existencia de un infiltrado en el infierno durante eones, sino lo que parecía más grave: la creación por agentes de la Luz de un lugar que -al fin y al cabo- era un remanso de paz dentro de su territorio de sufrimiento y dolor. Y todo ello era debido a que se había endiosado, alejándose de la pura realidad de sus dominios. Estas nimiedades no iban a suponer motivos suficientes para derrocarle.
    ¡Volved a vuestros puestos inmediatamente! ¡NO dimitiré!— exclamó Lucifer, fuera de sí, bramando como sólo él sabía hacer.
    Al escuchar el formidable bramido, muchos retrocedieron un paso, pero la mayoría se mantuvo firme en su puesto. Él esperaba despertar mucho más terror en sus súbditos. Pensó que el tiempo y la buena vida le habían ablandado, pues no les impresionaba como antes.
     
    Pensó en desintegrar a un buen grupo, para escarmentarles, pero si de todas formas iban a parar al Estanque del Olvido Eterno... ¿qué ganaba con ello? Pronto aquel lugar neutro sería más grande y poblado que el infierno mismo.
     
    Para no prolongar aquella humillante sensación de ridículo, regresó a su despacho hecho una furia. No dijo una palabra más, pero su rabia agitaba su perfecto cerebro con miles de ideas agitándose en ebullición. Y el detonante de aquel desastre había sido la fuga de la maldita (o bendita en este caso) Liduvel.
     
    En un instante hiló un billón y medio de planes, y ninguno le complacía. Al final se decidió por la solución más fácil y rápida: no esperaría al estudio en profundidad que Damon le había prometido. Iba a actuar de acuerdo al viejo proverbio humano de «Muerto el perro, se acabó la rabia».
     
    Si no funcionaba su plan, debería poner a sus servicios de asesoría jurídica a trabajar duro, a fin de conservar el cargo a toda costa.

    (continuará)