UNA FUGITVA UN TANTO ESPECIAL (CAPITULO 30)







Hola, lectores y lectoras.

Al fin, tras un viaje de muchas semanas, llegamos al final de la historia de Liduvel, una fugitiva un tanto especial. Hemos convivido con ángeles del lado luminoso y del lado oscuro. Incluso hay algunos que nos caen bien, quizá por el dicho de que "hay que tener amigos hasta en el infierno".

Liduvel, reclutada como aspirante a ángel custodio, acompaña a Daniel, aprendiendo de él sus métodos suaves y ajustados al protocolo, porque ella sigue teniendo mucha parte de diablesa y debe adaptarse. Presiente que el barrio donde ella vivió como humana puede llegar a ser un buen campo de batalla entre las fuerzas del bien y del mal, y está preparada para la lucha, donde su experiencia como diablesa será muy útil para conocer los movimientos del enemigo.

Y aquí dejamos esta aventura a través de varias dimensiones. La semana próxima compartiré otras historias con vosotros, si tenéis la amabilidad de seguir leyéndome. Saludos a mis lectores y lectoras de España, Portugal, Francia, Irlanda, Alemania, EEUU y los recién incorporados de Chile y Rusia. Me encanta que mis historias viajen tan lejos. 



    30.
    De este modo, después de la la fuga de Liduvel y la ingeniosa estratagema de Axel, el Infierno mantuvo una puerta abierta, a pesar del esfuerzo de los servicios de seguridad infernales. Mientras algunos miles de demonios se planteaban seriamente volver al Lado Luminoso tanto, los servicios jurídicos de Lucifer trabajaban sin cesar en la búsqueda de algún artículo o letra pequeña en los protocolos que favoreciera que Lucifer conservara el mando, a pesar de sus errores manifiestos. Derafiel, en la sombra, se preparaba a fondo, aconsejado por Luzdel y algunos amigos que se pusieron a su lado por puro interés, por si ganaban aquella batalla legal y llegaba a sustituir al Gran Jefe.
    El tiempo pasó para el mundo humano y hubo más cambios en el barrio de Lea Pineda, causados por el fulgurante paso de Liduvel.
    La parroquia estaba ahora en manos del padre Leopoldo, hasta que se decidiera quién sustituiría al padre Simón, quien había abandonado los hábitos. El incidente ocurrido con los gamberros había decidido a sus superiores a trasladarlo a otra parroquia (según ellos para su seguridad), en otra ciudad de otra comunidad autónoma, al otro extremo de España, pero esta vez su voto de obediencia no fue lo bastante fuerte para moverle de aquel barrio tan querido para él y separarle de sus chicos, ahora que tenía un gran proyecto en marcha. Sabía que los consejos de Liduvel fueron siempre sabios y podía ejercer el bien sin necesidad de ser sacerdote. La suerte le sonrió desde que tomó su decisión: fue contratado por los Servicios Sociales de la Junta de Distrito de su barrio. Estudiaría unas oposiciones para quedarse en ese puesto y ayudar a sus semejantes.
    Por otro lado, la abuela de uno de los chicos del equipo de fútbol, que mantenía a salvo de todo mal, le alquiló un piso por una suma ridícula, más simbólica que otra cosa. Para rematar su felicidad, los chicos ganaron el campeonato local en el que los había inscrito, lo que le dio cierto prestigio a su escuela de fútbol. Por eso algunos de los jugadores más destacados habían sido fichados por equipos de fútbol locales. Ahora el campo de fútbol ya tenía porterías de verdad, con sus redes, así como un vallado que impedía que sus chicos cayeran sobre excrementos de perro y botellas rotas.
    Había creado un equipo femenino y había iniciado conversaciones para que otros barrios crearan sus propios equipos y poder competir igual que los chicos. Para ello contaba con la inestimable ayuda de Lea Pineda, que había puesto todo su empeño en aquel proyecto, mejorando así su salud y llenándose de la ilusión que necesitaba para seguir adelante.
    Simón iba a menudo a visitar a su familia, y les ayudaba cuanto podía, porque él necesitaba poco para vivir, acostumbrado como estaba a la austeridad. Su padre era muy feliz porque había dejado de ser cura, se reconcilió definitivamente e inició un tratamiento para alcohólicos que Simón le consiguió a través de los Servicios Sociales, cambiando su protocolo de destino que hubiera derivado pronto en muerte, de no haber dejado de beber. Eso lo había aprendido de Liduvel. Romper con un protocolo de destino era difícil, pero eso no quería decir que fuera imposible.
    Simón se sentía bendecido. Sentía la protección de alguien a todas horas, en todo momento, y esperaba que fuera Liduvel la que estuviera trabajando por él, desde el Lado Luminoso. Lo esperaba de corazón y rezaba por ella, para que consiguiera su puesto de ángel de la guarda... y también para que fuera su propio ángel.
    Liduvel, tan amante de los métodos poco ortodoxos, había tomado una forma humana cualquiera para volver a ver a sus protegidos. Era divertido pasar inadvertida entre la gente, como antes, cuando ocupaba el cuerpo de Lea, pero le hubiera gustado abrazarles, confesarles que era ella, que todo iba bien, que no les había abandonado. En fín, todo aquello que no debía hacer. Estas maniobras no estaban mal vistas por sus superiores, aunque no cumplían los protocolos, pues estaban motivadas por el afecto hacia los humanos.
    El campo de fútbol estaba muy animado. No solo asistían los padres y familiares de los chicos que jugaban, sino que mucha gente del barrio se acercaba a animarles. En un lugar deprimido, afectado por el desempleo y la violencia, aquellos jugadores eran la demostración de que no todo iba mal y de que, a veces, los sueños se cumplen.
    Un periódico voló hasta ella, y mientras se dirigía a meterlo en el contenedor para reciclar papel (salvar el planeta también era cosa suya) leyó la noticia de la portada: «El insigne oncólogo Lorenzo Álvarez es uno de los más firmes candidatos para ganar el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, por su valioso trabajo en el estudio de las bases del cáncer y de los modernos tratamientos para combatirlo. Álvarez, que acaba de ser padre de su primer hijo, ha declarado que si deciden concedérselo, piensa declinar el honor alegando que no es digno de tal premio, que él solo desea salvar vidas mientras su delicado estado de salud se lo permita…».
    Liduvel sonrió feliz. Su alma estaba a salvo gracias a ella. Salvar a Teresa a través de él había significado su primer gran éxito y jamás lo olvidaría por mucho tiempo que pasara.
    Se giró para ver a Teresa, sentada entre el público junto con Gustavo. A ella no le gustaba mucho el fútbol, pero era su hija quién había conseguido aquel milagro junto con Simón, y estaba presente en sus éxitos para compartir su felicidad, y también en sus fracasos, para animarla.
    Saludó a la pareja, que le correspondió sin reconocerla. Teresa tenía buen aspecto. Ya no estaba tan pálida y había ganado algo de peso. Sabía que planeaban pasar el próximo año unas cortas vacaciones, aunque la compra del coche nuevo de Gustavo se retrasara un poco, algo que no ocurriría si a Liduvel le salía bien la jugada. Había movido las piezas para conseguir un nuevo empleo a Gustavo, que le traería mayor sueldo y la posibilidad de cambiar de coche, e incluso de vivienda. Todo le iría sobre ruedas mientras mimase a Teresa como lo estaba haciendo hasta ahora. Aunque Gustavo no formara parte de sus protegidos, si hacía feliz a Teresa, para ella era importante hacer su vida mejor.
    Liduvel se centró en el partido. Daniel estaba también en el campo. Su función era aconsejar a sus protegidos del equipo que no hicieran entradas muy duras a los contrarios, y que no insultasen al árbitro, aunque se equivocara en alguna decisión y les perjudicase.
    ¿Cómo van?— le preguntó a Teresa.
    Dos a cero. Ganamos— le contestó Teresa, como si el triunfo del equipo fuera suyo también.
    Estupendo— asintió Liduvel.
    Teresa la miró de nuevo con curiosidad. Liduvel temió que la reconociera bajo su funda humana. Eso sería muy confuso para la mujer.
    ¿Tienes a alguien jugando en el equipo?—se interesó Teresa, para entablar conversación.
    No, pero viví en este barrio durante algún tiempo, y me gusta ver como los chicos de Simón y Lea triunfan. Vengo siempre que mi trabajo me lo permite—explicó Liduvel, sin mentir.
    ¡Ah! Lea es mi hija, es segunda entrenadora de este equipo y entrenadora titular del equipo de fútbol femenino, otro logro del barrio.—declaró muy orgullosa Teresa.
    Liduvel sonrió, pues estas satisfacciones la llenaban de vida, le daban fuerzas para soportar el tratamiento contra el cáncer.
    Lo sé. Lea es una gran entrenadora— asintió Liduvel— Estará orgullosa de ella. Tengo entendido que ayuda también en el programa de desintoxicación del Distrito. Da charlas a chicos para que no caigan en la droga—continuó Liduvel, dándole pie a seguir presumiendo de su hija.
    Sí, ya ha dado tres charlas, una de ellas en su instituto. Superó su adicción con mucha valentía, ella sola, pero no todos son tan fuertes y valientes como ella. Necesitan toda la ayuda posible— asintió Teresa, henchida de orgullo.
    Lea saldrá adelante, ya verá. La veo muy bien de salud… de cuerpo y alma— afirmó Liduvel, sonriendo. Era cierto. Parecía que Lea llegaría a ser adulta, a pesar de sus excesos con la droga. Liduvel la había nutrido y fortificado su cuerpo de tal manera que la salud había regresado a ella, y con la salud, una promesa de longevidad.
    Sí, estoy muy orgullosa de ella. Va bien en los estudios y la veo bien encaminada— asintió Teresa, sonriente.
    Tengo que irme. Encantada de conocerla, señora, y enhorabuena por el éxito de su hija— se despidió Liduvel, cuyos contactos con sus protegidos siempre le parecían demasiado breves, sobre todo los encuentros con aquella que había sentido como su propia familia, como su madre.
    Gracias, y mucho gusto. Cuando venga a ver un partido, acérquese a charlar conmigo—la invitó Teresa, que parecía sentir algo por aquella desconocida.
    Desde luego. Nos veremos.—sonrió Liduvel.
    Teresa la siguió con la mirada mientras Liduvel abandonaba la grada. Tocó a Gustavo en el brazo, distrayéndole del partido.
    ¿No te recuerda a alguien esta chica?—le preguntó.
    ¿Quién? No veo a nadie— respondió él, mirando con aire distraido.
    Estaba aquí, hablando conmigo. Qué poco te fijas— se quejó Teresa, suspirando. Pero realmente le había recordado a alguien. Su forma de hablar, su forma de mirarla, como si leyera en su mente...
    Liduvel regresó a su propia dimensión de ángel y enseguida encontró a Daniel, que la esperaba al otro lado del campo de fútbol. Le relató el breve encuentro con Teresa, que Daniel consideraba peligroso, por si la reconocía a pesar de su disfraz. Mientras, él observaba de cerca a uno de sus pupilos, sancionado por acumulación de tarjetas, que no podía jugar el partido y andaba rondando por allí con propósitos poco claros.
    No debes jugártela con tus protegidos. Estamos a prueba, Liduvel. Deja de comportarte como una diablesa traviesa, jugando con las normas.—recomendó el sensato Daniel.
    Los echo de menos. Me encanta hablar con ellos, animarles y echarles un cable. A veces siento que como ángel no me escuchan. Creo que no lo hago bien…—se lamentó ella, suspirando.
    No es culpa tuya. No llegamos a ellos porque no creen en nosotros. Es más fácil no creer, no hay que buscar tantas explicaciones a los milagros de cada día. Se encuentran de narices con un milagro y se dicen: «Ha sido una casualidad» o «alguna explicación tendrá». Yo sé de qué hablo, porque hasta hace muy poco tiempo, yo estaba entre ellos— le explicó Daniel, tomándola de la mano— Debes insistir y sobre todo debes hablar en su idioma. No debes decirles cositas dulces como: «debes ser puro de corazón». Lo que ellos escuchan es «no seas gilipollas y deja de tocar los huevos de una puta vez».— Ella sonrió, porque así es como le gustaba hablarles, en crudo lenguaje «demoniaco», pero creía que estaba prohibido para ángeles custodios
    Sin embargo, en honor a la verdad, Daniel debía confesarle que a él también le ocurrió lo que pasaba ella. Su hermoso rostro se oscureció, al recordar su reciente pasado.
    Yo también echaba de menos a mis padres y a mis amigos. Les hacía pequeñas visitas, como tú, y eso me rompía el corazón. Decidí no hacerlo. Pedí el traslado a un lugar apartado. Me lo negaron. Dijeron que debía vivir…—sonrió un instante, con el término inadecuado e hizo con los dedos la señal de las comillas— «Vivir» con ello. Era parte de la prueba. Fue cuestión de tiempo, claro, como todo. Ellos murieron, los abracé de nuevo y les dí la bienvenida. Ya no tuve que añorarles… ahora les veo a veces. Todo es cuestión de tiempo. A ti también te pasará.— la consoló él.
    Liduvel asintió. La paciencia no era una de sus virtudes, pero lo intentaría.
    La próxima visita programada sería para Lea. Lo había planeado todo para poner en su camino a un chico que parecía perfecto para ella. Se llamaba Pedro y era jugador de fútbol, un buen chico. En su informe había consignado que después del éxito de su equipo de fútbol, una relación amorosa afianzaría su felicidad, y si era feliz, sería buena. Era así de simple. De momento su propuesta había sido aceptada, y esto significaba un nuevo éxito apuntado en su lista de méritos.
    El chico que Daniel observaba de cerca tenía unos diez años. Estaba aburrido y enfadado por no poder jugar el partido, y su ociosidad le hizo echarle el ojo a una bicicleta, sujeta con un candado a los soportes de la entrada del campo de fútbol. Daniel le indicó a Liduvel que observara su sistema, se acercó a él y le susurró al oído.
    No te hace falta esa bici. Te buscarás líos. No puedes venderla porque no está demasiado nueva y tampoco podrás llevarla por el barrio, porque su dueño la reconocerá y te pegará una paliza. Además, por aquí hay mucho tráfico y podrías acabar atropellado bajo un coche. Todo son pegas. ¿Por qué tienes que meterte en líos idiotas?— susurró Daniel a su protegido, y el chico, con un gesto de frustración, desistió de su empeño tras pensarlo un poco.
    Liduvel sonrió a Daniel, complacida por su nuevo éxito y continuaron caminando por el campo de fútbol y sus alrededores. Daniel se separó un poco de ella, pues estaba a punto de liarse una trifulca en el terreno de juego. Se acercó al chico que iba a vengarse de otro que le había hecho una falta. Deseaba con fuerza romperle la pierna de una patada.
    No se te ocurra lesionarle. Sé que estás furioso con él, pero fastídiale ganándole el partido. ¿Recuerdas cuando te rompiste el brazo? ¿Recuerdas cuanto te dolía? ¿En serio te parece bien hacerle eso a otro chico? Venga y no te amilanes. ¡Gánale el partido! Le fastidiarás mucho más y no le harás ningún daño.—le susurró al chico de su equipo de protegidos.
    El chico frunció los labios con rabia y le dedicó una mirada asesina a su rival. Le evitó y lanzó el balón con tal acierto que metió gol. Su rostro de satisfacción se hizo más evidente cuando vio la cara de rabia de su rival. Daniel movió la cabeza. Podía haberlo hecho mejor, pero más valía aquella pequeña soberbia que haber lastimado al otro chico.
    Liduvel miró a lo lejos y frunció el ceño. Mientras Daniel volvía a su lado y le daba buenos y sabios consejos que le vendrían bien en su nueva profesión, distinguió a alguien al otro lado de la calle. Creyó reconocer la figura sombría de un numerario del Lado Oscuro, rondando por allí. Daniel no lo sintió, pero ella aún tenía mucho de diablesa y detectaba el mal a kilómetros de distancia. Eso era una ventaja en aquel mundo, dominado por sus antiguos hermanos.
    Liduvel debía de estar siempre alerta, porque ella era el ángel que había abierto el camino a una nueva rebelión. Con aquella sonrisa malvada que Daniel adoraba, se consoló pensando que Lucifer estaba demasiado ocupado en salvar su puesto de Señor de los infiernos para ocuparse de ella, al menos de momento. Pero no descartaba una lucha de fuerzas en aquel territorio. El barrio donde había vivido como humana era un buen terreno abonado para el mal, y sabía que los humanos necesitaban muy pocas influencias para cometer fechorías. Iba a ser un trabajo duro, pero su gran experiencia en el Lado Oscuro ayudaría mucho a las fuerzas del Lado Luminoso. Sonrió al pensarlo, preparándose mentalmente para el gran enfrentamiento que se avecinaba.
    Adrián frunció el ceño al percibir que Liduvel le había detectado. Ya sabía que había sido con ella, y no con la frágil Lea, con quien había medido las fuerzas en sus últimos días. Le habían advertido que era muchísimo más poderosa que él, y a pesar de sus deseos de venganza, no debía actuar contra ella. Por eso se retiró en silencio a las sombras, esperando una mejor ocasión para actuar. No quería fallar en su primera misión. Había permanecido poco tiempo en la zona de castigo, donde doblegaban a los futuros numerarios hasta hacerles desear desaparecer en la nada, pero haría lo que fuera para no volver a los siniestros corredores del infierno.
    En el momento que Liduvel y Daniel estuvieran descuidados, comenzaría a ejercer sus maldades sobre el mundo, en aquel barrio donde había vivido y fracasado como humano. Muy pronto volvería a ser el líder malvado que fue, se cambiaría su nombre de mortal por el de Adrianel y se codearía con los demonios principales… si aquella maldita fugitiva no se cruzaba en su camino, por supuesto.
    ¿F I N?

UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPITULO 29)







Hola, lectores y lectoras.

Esta semana he comenzado a ver la serie "Lucifer". Me interesaba saber qué enfoque le daban a esta serie sobre demonios. Está bien, la verdad, no solo por el protagonista, Tom Ellis, muy expresivo y atractivo, sino también porque es imaginativa y bastante cómida, dentro del estilo fantástico y policíaco. Basada de forma libre en un comic, Lucifer parece haber seguido el camino de mi Liduvel, y ha salido huyendo del Infierno y de sus responsabilidades en el inframundo. Dirige una discoteca de moda y se lo pasa en grande en el mundo, pero el contacto con la Inspectora Decker le va cambiando, y empieza a proteger a los seres humanos, investigando crímenes y castigando con placer a los malvados. Por otro lado, tiene una relación con una terapeuta, que le va tratando, a cambio de sexo, explicándole el motivo de todos sus cambios. Bueno, no es la misma historia, pero algo se parece, ¿verdad? En fin. Podéis verla e ir comparando, a ver cuál os gusta más.

Esta semana, de regreso al juicio a Liduvel, Lucifer comparece como parte acusadora, dándose cuenta de que ha caido víctima de varios engaños, y de que sus enemigos van a utilizar esos errores en su contra, para derrocarle. Averigua que la decisión sobre el destino de la diablesa ya estaba adoptada antes de comenzar el juicio, y al convocar al terapeuta Damon para ser testigo de la acusación, sufre una nueva sorpresa. Pero hay muchas más cosas que ocurren en la sala estanca donde se celebra el juicio. Entrad y averiguadlo.

Besos a mis lectores y lectoras de España, Portugal, Irlanda, Francia, Alemania, EEUU y Venezuela. Hasta el próximo capítulo.


    29.
    Gabriel les recibió de nuevo con una media sonrisa. Daniel no se había atrevido a manifestar su favoritismo por Liduvel en su viaje al mundo, pero regresó a su lado y la había tomado de la mano. Eso era suficiente para ella. La media sonrisa de Gabriel la llenó de esperanza. Había visto todo a través de los ojos de Daniel. Como solía ocurrir con Liduvel, el método había sido algo irregular, no ajustándose para nada al protocolo, pero había obrado un buen efecto en la confusa muchacha. Gabriel sabía por otros medios que Lea regresó al hospital con Simón y su madre la recibió con preocupación y afecto, que ella aceptó con toda la naturalidad que pudo, pidiendo perdón por su comportamiento y excusándose en su pérdida de memoria, tan natural como necesaria para su integración en el mundo que Liduvel había construido para ella.
    Continuaremos el juicio. En el mundo todo vuelve a su cauce—anunció Gabriel, que les ofreció aquella información, breve pero muy interesante.
    Estoy dispuesta— asintió Liduvel, sonriendo por sus palabras, que la animaban.
    Liduvel sonrió a Daniel y soltó su mano antes de entrar en la sala. Esta vez, Lucifer en persona había ocupado el lugar de Derafiel, que permanecía a su lado, aparentando estar sereno. Tanto él como sus compañeros permanecían expectantes ante la intervención de su Jefe. Tras reflexionar, el ángel perfecto temió que su ausencia en aquel importante evento, pudiera precipitar su derrocamiento en el Infierno, como de hecho había empezado a rumorearse.
    Prosigamos— pidió Gabriel en cuanto el murmullo se alzó al entrar Liduvel en la sala.
    Lucifer dedicó una mirada venenosa a Liduvel. Además de sacarle de su despacho en momentos de crisis de un nivel impensable para él, se había enterado de que le había arrebatado un alma que había pactado con él. La rabia que le provocó esta pérdida, acabó de arrasarlo todo a su paso en las elegantes salas de primer nivel. Pero debía tranquilizase, centrarse y sobre todo no debía dejar aquel caso tan importante en manos de un inferior. Debía anotarse el triunfo y liquidación de aquel problema.
    Con la venia del Tribunal, me disculpo por no haber asistido a la primera parte de este Juicio irregular, pero razones de causa mayor me impidieron asistir— indicó Lucifer, levantándose con elegancia— Retomando la acusación de Liduvel, en el mismo punto en lo que dejó mi subordinado Derafiel, continuaré arguyendo que la extraña actitud de la acusada no es innata, ni siquiera puede afirmarse que viene dispuesta desde lo alto. Su forma de pensar –tan extraña en una diablesa primigenia– fue impunemente inducida por un terapeuta, que experimentó métodos totalmente cuestionables con ella, los cuales derivaron en la extraña criatura que actualmente es, y que no tiene cabida ni en el lado de la Luz ni en el Lado Oscuro: una diablesa confusa, que muestra cierta piedad hacia los humanos. Para argumentar esto, me baso en las declaraciones del mismo terapeuta, de nombre Damon, al que se convocará para declarar si el Tribunal opina que es necesario—continuó él, que le había dejado en el Infierno a regañadientes, mientras estudiaba la forma de hundir a Liduvel.
    Lucifer pensaba que nada podía hacer nada ya, ahora que la acusada estaba bajo la protección del Tribunal, pero no perdía las esperanzas. Ansiaba destruirla para mandar de nuevo a Damon donde le habían hallado, al menos.
    Rafael y Miguel intercambiaron miradas significativas y una sonrisita cómplice con Gabriel, que Lucifer captó al punto con su habitual agudeza.
    Perdón, señores... ¿me estoy perdiendo algo?—preguntó al punto.
    No, en absoluto. Continua, por favor.—le pidió Gabriel, intentando mantener una expresión neutra y serena.
    ¿Cree pues el Tribunal que es procedente que se llame a Damon a declarar?— solicitó Lucifer, mirándoles con ojos entornados, por si podía percibir alguna conspiración.
    Hablando en nombre de todos, creo que precisaríamos que el terapeuta Damon prestase declaración ante el Tribunal, porque nos parece bastante extraña la argumentación que expones, amigo Lucifer. La poderosa mente de un ángel – sea del Lado Luminoso o del Lado Oscuro- no es susceptible de un cambio tan profundo a manos de un simple terapeuta. No somos influenciables humanos, amigo— aceptó Gabriel, controlando su sonrisa.
    Bien, así pues... a fin de avalar mi teoría, llamo a declarar a Damon.—pidió Lucifer, extrañado de su actitud. Pensó que podía ser paranoia. La sufría desde que el Infierno se había alzado para pedir su dimisión, pero hubiera jurado que aquellos miembros del Tribunal del Lado Luminoso, estaban conspirando contra él
    El ascenso a la sala del Tribunal resultó de lo más confortable. Damon iba vestido con sus mejores galas, y pidió ser acompañado de Fedra, como su antigua secretaria, alegando que quizá precisara echar mano a su preciada memoria para su declaración. Su deseo le fue concedido a regañadientes, y Fedra no cabía en sí de gozo. Había solicitado asistir al juicio como público, y se la había rechazado, igual que a miles de sus compañeros del Lado Oscuro. Ahora, elegida para asistir como asistente de un testigo, recopilaría chismes para esparcirlos durante eones.
    Cuando Damon entró con aire majestuoso en la sala, los miembros del Lado Luminoso sonrieron con alegría, y esto terminó por preocupar a Lucifer. Incluso Liduvel se dio cuenta del cordial recibimiento, con corrientes de energía positiva circulando por toda la sala. No era lógico que se recibiera de tal forma a un simple numerario del Lado Oscuro como Damon. Era extraño, pero incluso ella se alegró de verle, como en los tiempos en que la recibía en su consulta. No comprendía qué ocurría, pero su innata intuición le estaba diciendo a gritos que una conspiración se había gestado en un lugar y un tiempo remoto, y estaba a punto de descubrir los primeros resultados. También sintió que ella estaba justo en el centro de aquella conspiración, y no sabía si eso era bueno o malo en aquel momento. Miró a Daniel con una pregunta en la mirada, pero él no parecía saber mucho más que ella. Solo le sonrió y le hizo el signo de la victoria con los dedos.
    Damon, has sido requerido por la acusación, para explicar al Tribunal qué clase de terapia empleaste con Liduvel. En el Infierno declaraste que esa fue la única y verdadera causa que la convirtió en un ser extraño, sintiendo ese sucedáneo de compasión por los humanos, que la llevó a desear pasarse de bando, a ser una fugitiva... e incluso a la desfachatez de aspirar a ser un ángel de la guarda, según creo.—le pidió Lucifer con voz grave y potente, con su habitual tono teatral.
    Damon sonrió, se arregló las vestiduras con cuidado y miró al Tribunal con expresión traviesa.
    Distinguidos miembros del Tribunal, a requerimiento de Lucifer hablaré, juro que será la verdad pura y dura, ahora que la amenaza del Infierno no pesa sobre mi cabeza ni me impide sincerarme. Confieso que mentí con todo descaro, con el propósito de llegar a este lugar, justo en este punto de la historia. Declaro con todo conocimiento de causa, que con la aplicación de mi terapia no desperté nada nuevo en Liduvel... nada que ella no tuviera ya en su interior.— afirmó Damon, sorprendiéndole.
    Lucifer le hubiera fulminado en aquel mismo momento, incluso ante el Tribunal, pero le era absolutamente imposible. ¿Cómo podía haberle engañado aquel puto numerario de aquella forma? Empezaba a creer que era un caso perdido.
    ¡Alto! ¡Un momento! En el Infierno tú dijiste que habías potenciado hasta el infinito sus ideas equivocadas y que la habías convertido en lo que era— farfulló Lucifer, sin poder creer que aquel energúmeno le hubiera mentido, y sobre todo, que él no lo hubiera notado.
    Si me lo permites, Lucifer, creo que las ideas que son equivocadas para ti, son magníficas y resplandecientes ideas para el Lado Luminoso. Pondré en antecedentes al Tribunal, si tienen un poco de paciencia. Observé por mi cuenta a Liduvel durante mucho tiempo. Nunca vi auténtica maldad en ella, como sería lógico. Al principio Liduvel estaba afectada por un fuerte sentimiento de ira contra el que ella pensaba que era su alma gemela, Axel, pues sentía que la había traicionado. Cuando este sentimiento se difuminó un poco con el paso del tiempo, Liduvel giró sus ojos sobre el mundo, y no actuó igual que los demás demonios. Ella siempre fue diferente. Sí, realizó su trabajo destructivo, alistó almas para el Infierno, pero no de una forma tan convencida como sus hermanos oscuros. El punto álgido de esa diferencia lo percibí en el Gólgota. Ese día, ante SU sufrimiento, ella lloró, y entonces me di cuenta de que se debía potenciar su regreso... porque ella no pertenecía del todo al Lado Oscuro.— explicó Damon, sin morderse la lengua.
    Lucifer iba a hablar, pero Gabriel intervino, recibiendo una de sus miradas más venenosas.
    Yo recuerdo ese día. Como muchos hermanos, estuve en aquel monte infame. Responde, Liduvel... en honor a la verdad ¿por qué lloraste aquel día nefasto?— preguntó Gabriel, irritando a Lucifer, que se sentía engañado, atropellado y utilizado.
    Liduvel se encogió de hombros. Pensó que su respuesta era muy importante para su futuro y que sobre todo, debía de ser sincera.
    ÉL me caía muy bien, no puedo negarlo. Sí, tras la revuelta, él se enfadó mucho con nosotros, con toda la razón y nos castigó con dureza, pero después creo que se arrepintió. Todos éramos hermanos, sus criaturas perfectas, y nos había condenado al fuego y a la oscuridad. El tiempo pasó y le noté de nuevo cordial y justo, lleno de bondad, no solo con los humanos, también con nosotros. A veces incluso parecía divertido por nuestras gamberradas. Y ese día... sí, todos sabíamos que toda aquella tortura cruel entraba dentro del Gran Plan Establecido para una nueva alianza, pero los hombres sin piedad, le hicieron sufrir tanto que me rompía el alma. Le vi derramar sangre, sudor y lágrimas, y lloré por ÉL, y también por su pobre madre humana, que no estaba al tanto del plan. ¡Cómo me recuerda Teresa a su madre! Sí, aunque sabía QUIÉN era y que superaría todo aquello, sufrió mucho.— respondió Liduvel, levantándose y mirando a Damon a la cara.
    Veanla, esa era la terrible y cruel diablesa Liduvel, hace poco más de dos mil años, según la contabilidad humana. ¿Pueden considerar que fuera un verdadero y malvado demonio?—proclamó entonces Damon, aunque no tenía la palabra. Gabriel sonrió ante su intervención, sin reprenderle.
    Pero... pero... — farfulló Lucifer, que no entendía nada, intentando meter baza. De repente, se concentró, y a pesar de estar en aquella sala, todo su poder le mostró la verdad que allí se revelaba: la infiltrada en las filas infernales no era Liduvel, como le había hecho creer Damon. Su oxidado instinto le había fallado una vez más. El infiltrado era el mismo Damon y nunca se dio cuenta de ello, ni siquiera en el momento en que decidió desintegrarle.
    Y él (maldito idiota que se merecía la degradación) lo había convocado como testigo, sacándole del infierno y metiéndole en la seguridad de aquellos muros intocables. Cómo deberían estar divirtiéndose los del Lado Luminoso, por su gran estupidez.
    ¡Tú eres...! ¡Tú eres....!— señaló Lucifer, intentando controlar su lengua, que estaba tan paralizada como su intuición.
    Yo soy… permíteme que me presente, amigo Lucifer. Damon no es más que una personalidad oculta. Mi auténtico nombre es Axel, enviado especial del Lado Luminoso. Solicité por un procedimiento especial la misión para ayudar a Liduvel a regresar, en memoria de nuestra antigua amistad. Cumplí mi misión puntualmente sin ser descubierto, pero antes de poder regresar, fui condenado a la desintegración por pura y simple envidia de mis colegas infernales, sin que se descubriese mi verdadera conspiración. Sin embargo la misericordia divina no tiene límites, incluso las almas del Lado Oscuro, desintegradas por tu furia descontrolada, tienen como última morada el Estanque del Olvido Eterno, un lugar terrible si lo piensas, sí, pero donde permanecen intactas y no desaparecen para siempre como tú deseabas, pues las almas no son de tu propiedad y no tienes poder para destruirlas. Las almas solo le pertenecen a ÉL.— explicó Damon.
    Liduvel abrió tanto como pudo sus hermosos ojos. ¡No podía creer que Axel hubiera arriesgado de tal forma su seguridad para ayudarla!
    Damon disfrutó con cada palabra de su discurso y aunque estaba prohibido aplaudir o realizar cualquier gesto de apoyo que pudiera interrumpir, los miembros de la Defensa resplandecieron hasta deslumbrar a Lucifer, que ardía de rabia, trasluciendo por toda su piel aquellos reflejos flamígeros propios de su personalidad.
    Y continuando con Liduvel: tal como yo esperaba de ella, emprendió su lento y seguro camino hacia la Luz. Yo sólo tuve que darle un empujoncito, algo que no hubiera tenido efecto alguno… si ella no hubiera tenido en su interior el deseo profundo de regresar.—arguyó Damon, descubriéndose por fin ante todos tal como era, luminoso, con sus alas blancas y perfectas, la sonrisa inmensa y brillante de triunfador.
    Liduvel no podía creer que no le hubiera reconocido bajo aquel burdo disfraz de numerario del Lado Oscuro. Derramó lágrimas emocionadas al verle de nuevo tal como era la última vez que alcanzó a verle, antes de caer en el abismo. También lloró al saber que había estado ayudándola desde hacía mucho tiempo. Por esta causa, Axel había sufrido durante un tiempo en el Estanque del Olvido Eterno, no tantos eones como ella, pero eso ya carecía de importancia, era un asunto pasado. Cierto que nunca fueron almas gemelas, pero ella le quiso en un remoto pasado, y él, al parecer, también la quería a su modo, cuando se había arriesgado de aquella forma por ella. Ahora, tras eones de pura soledad, en el lugar dejado por Axel reinaba Daniel, un numerario ex-humano poco brillante, pero infinitamente más dulce y cálido, más próximo y fiel que él, quien la había abandonado en el momento decisivo de la rebelión, sin avisarla de que se echaba atrás. Eones de odio y resentimiento contra Axel se purgaban en aquel momento, al saber que él había intentado reparar el daño que le causó.
    Fedra tampoco daba crédito a sus ojos. ¡Había trabajado para un ángel del Lado Luminoso! Se sentía bastante extraña, pero... ¡qué demonios! ¡que se postraran todos los diablos ante su sabiduría! ¡Qué exquisitamente maquiavélico había resultado su plan! ¡Qué bien urdido, que visión de futuro tenían aquellos ángeles luminosos! Después de sobreponerse a la sorpresa inicial, se empezó a preguntar si las cotillas serían bien recibidas en el Lado Luminoso, porque no deseaba perderse por nada del mundo aquellos tejemanejes que movían los hilos del Universo.
    Gabriel se comunicó de nuevo con ÉL, pues por un instante cerró los ojos y resplandeció, deslumbrando a todos los miembros del Tribunal y a los testigos presentes.
    Creo que ya hemos escuchado lo suficiente. El testimonio de la verdad ha llegado hasta lo más alto y la decisión ha sido dictada por ÉL en persona. Quien tenga oídos que escuche: Liduvel nunca perteneció enteramente al Lado Oscuro. Hizo mal en rebelarse, sí, pero lo hizo más que nada para seguir a su amado Axel, no porque estuviera convencida. Utilizó métodos incorrectos, pero se arrepintió e intentó enmendar sus errores, y cuando decidió hacer el bien, lo hizo muy bien. Merece una oportunidad para regresar al lugar del que no debió salir jamás... Liduvel regresará al Lado Luminoso. Así sea.—anunció Gabriel en SU nombre.
    En ese instante el público presente no pudo reprimirse por más tiempo y prorrumpió en aplausos y vítores, encabezados por un entusiasmado Daniel. Los demonios aullaron y patearon y Lucifer se había quedado lívido y silencioso. Liduvel estaba aturdida. Creía haber entendido que lo había conseguido, pero no podía aún creerlo. Su sueño al fin cumplido.
    Gabriel pidió silencio, para continuar su explicación, que debían a la acusación, para que no pensaran que aquel juicio sólo había sido una farsa (como de hecho había sido, pero jamás lo reconocerían).
    Pero debemos decir, en honor a la verdad, que todo no estuvo totalmente decidido hasta que Liduvel, echando por tierra lo que había conseguido hasta el momento, cambió el destino de Teresa y del doctor Álvarez de un plumazo. Ahí arriesgó mucho, y a cambio consiguió mucho. No todos los días se rompen pactos con Lucifer… Pero no contenta con eso, aún hizo más: Liduvel renunció a su escaso tiempo en el mundo, para salvar a unos desdichados niños. En ese momento, aunque ya antes habíamos observado gratos destellos de generosidad (impropia de demonios), es cuando Liduvel por fin renunció a su egoísta deseo de regresar al Lado Luminoso a costa de todo, y lo abandonó todo por salvar unas tristes vidas, totalmente ajenas a ella. Es en ese momento cuando ganó realmente su regreso.—reveló Gabriel, con una sonrisa resplandeciente.
    Los ojos de Liduvel brillaron de felicidad. Fue genial ceder a su impulso de salvar a aquellos niños. No sólo consiguió salvarlos del fuego (que era lo que más le importaba), sino que además se había salvado del fuego eterno (o de la desintegración eterna).
    Lucifer no podía creerlo. Su trampa para Liduvel había terminado decidiendo su salvación. Cerró su carpeta negra de golpe. Miró a Gabriel con la furia incendiaria que no podía alcanzarle a él ni a nadie en aquella sala.
    No me importan tus almibaradas explicaciones. Considero que ha sido una burda trampa, indigna de vosotros, que os consideráis seres bondadosos y limpios. No solo porque ya habíais decidido sobre la suerte de esa cerda indeseable antes de convocar este burdo Tribunal, sino que eones antes de este momento, enviasteis a MIS dominios a un infiltrado que se burló en mi cara. Abrís las puertas del infierno y creáis un mundo aparte, dentro de mi mundo, en las posesiones que ÉL en persona me legó a MÍ. Habéis roto con todos los protocolos del comportamiento, de modo que yo también puedo infringir las reglas. Vosotros lo habéis querido: La guerra está en marcha, señores...—les amenazó, señalándoles a cada uno con un dedo tembloroso de ira.
    Los miembros del Lado Luminoso no se inmutaron con su amenaza. Liduvel tembló no por ella, sino por los humanos que caerían en el fuego cruzado entre Luz y Tinieblas.
    ¿Qué hay de novedad en ello, amigo Lucifer? Tú ya has roto el protocolo anteriormente, de hecho te encanta hacerlo. Ahora mismo soportas una rebelión en el infierno por haber roto con el protocolo de degradación, debido a tus repetidos fallos garrafales. Reflexiona un instante sobre tu proceder a lo largo de eones, y deberás admitir que así ha sido. Debes darte cuenta de que no puedes destruir a nadie. Martirizar, atormentar, sí, para eso se lo han ganado a pulso los malvados (que bastantes oportunidades les damos para redimirse y no podemos recuperarles) pero no puedes hacerles desaparecer. Por eso se creó el Estanque del Olvido Eterno, para que esas almas no desapareciesen y quedaran allí hasta el Fin de los Tiempos. Si no fueras tan impulsivo y desintegrases a cuantos te disgustan, no hubiera sido necesario crear ese lugar en tu mundo oscuro.—explicó Gabriel, con voz suave y calmada.
    En cuanto a nuestro infiltrado, en honor a la verdad debo decirte que, si te hubieras dedicado a tu trabajo con empeño y dedicación, dada tu inteligencia y perspicacia superior, en lugar de disfrutar una vida relajada de lujo y despreocupación... él no hubiera podido pasar jamás desapercibido ante ti.— aseguró Miguel, sin alterar su voz cordial, con una brillante sonrisa burlona.
    Nuestros mundos continuarán tal como están. La lucha de poderes continuará como hasta ahora, para que el hombre elija el buen o el mal camino, según lo que dicte su conciencia y el libre albedrío que ÉL les concedió.—afirmó Rafael, con la sonrisa radiante del que se sabe triunfador.
    ¿De verdad? ¡Qué amables, qué justos sois conmigo, pobre imbécil cornudo y apaleado!—rugió Lucifer, enojado por su tono condescendiente, que le hería mucho más que los insultos— ¡Metéos a esa traidora en vuestro pálido y resplandeciente culo! Pero no esperéis que otros continúen el camino que ella ha abierto. Los desintegrare a todos antes de permitirles la fuga, aunque vayan a parar al puto Estanque del Olvido Eterno. Al menos no los tendréis entre vosotros—exclamó Lucifer, indignado. Si hubiera tenido un cuerpo humano, en ese momento su corazón hubiera reventado por la terrible presión.
    El camino está abierto. Y el ingenio para solicitar el regreso o fugarse dependerá de la voluntad de regresar de cada uno. Buenos días, amigo. Y vuelve a tu mundo, antes de que te encuentres con un golpe de estado. Tenemos noticias frescas y... francamente, no son nada halagüeñas para ti...— le advirtió Gabriel señalando hacia abajo, con aquella sonrisita torcida que exhibe quien sabe más de lo que dice.
    ¡Pésimos días! ¡Y que os pudráis todos!—se despidió él. Seguido de Derafiel, Luzdel y Databiel, que aparentaban estar ofendidos y malhumorados, cuando sentían una satisfacción interna por poseer más argumentos que utilizar en contra de Lucifer para su degradación.
    El primero en felicitar a Liduvel fue Daniel, quien temía que, una vez descubierta la identidad de Axel, se despertaran en ella gratos recuerdos de juventud, y le abandonara. Pero ella no tenía esa intención. Primero abrazó y besó a Daniel, después sonrió a Axel, que le tendió una mano. Ella le abrazó y le besó en la mejilla, pero el amor que un día sintió por el que creía su alma gemela, no hizo saltar ni una triste chispita.
    Vale. Está bien. Te perdono— sonrió ella, con los ojos brillantes.
    Gracias, Liduvel. No esperaba menos de tí— asintió él, sonriente— Fue muy cobarde de mi parte no haberte avisado del cambio de planes. Sentí miedo de que me sorprendieran conspirando. Planeé durante mucho tiempo la forma de ayudarte. Recordaba a cada momento tu rostro, cayendo en el abismo, con ese reproche en tu mirada, y debía hacer algo por ti...— explicó Axel, avergonzado de su actitud en los albores de su historia— Pero no hubieran permitido que actuara si no hubiera demostrado que tú eras diferente. Todo fue mérito tuyo.
    Gracias, Axel. Gracias por todo.—asintió Liduvel, tocando su rostro resplandeciente. Entonces volvió junto a Daniel, que esperaba este gesto y se sintió aliviado al ver que ella no le dejaría por el brillante y triunfador Axel.
    Éste les miró cuando unieron sus manos y se miraron a los ojos. Estaba claro lo que ocurría y se alegró mucho por ella.
    Él es tu alma gemela, ya lo veo. Enhorabuena a ambos por encontraros para el resto de la eternidad. Propondré que podáis trabajar por la misma zona. Así os veréis a menudo. No está bien separar a las almas gemelas...—señaló Axel con generosidad y esta vez fue Daniel quién le miró agradecido.
    Gracias, Axel. Eso estaría muy bien. Si ambos pudiéramos trabajar en la misma zona como aspirantes a ángeles de la guarda... sería muy gratificante. Colaboraríamos y nos animaríamos uno al otro— afirmó Daniel, estrechando de la cintura a Liduvel, que le abrazó de nuevo.
    Gabriel se acercó entonces a ellos, fingiendo un enojo que no sentía.
    Por supuesto que seguiréis luchando para conseguir ser ángeles de la guarda. ¿Qué pensabais? ¿Que os habíais ganado el honor de estar en los puestos más altos, contemplando todo el día SU esplendor? Pues no. Ambos vais a trabajar duro, muy duro. Porque sois un par de tramposos que no mostráis ningún respeto por el protocolo y aún tenéis que demostrar muchas cosas...— les advirtió Gabriel, interviniendo en la conversación.
    Lejos de asustarse o molestarse por sus palabras de apariencia dura, los dos le sonrieron, estando de acuerdo con Gabriel.
    No queremos otra cosa.—afirmó Daniel, sonriente ante el futuro.
    Estoy esperando que me deis un destino muy difícil. Os voy a deslumbrar con mis resultados. Soy de lo más eficiente cuando me empeño.—pidió ella, aún pecando de falta de modestia.
    Gabriel fingió pensarlo durante un instante, pues ya había recibido instrucciones al respecto.
    Bien, veamos. Vamos a ver los resultados que obtienes en el difícil barrio de Lea Pineda, Teresa Esteban, Simón Aguilar. Te destinaremos en principio estos protegidos. Cuanta más experiencia tengas, más protegidos podrás tener. Los del Lado Oscuro no comprenden esto. Para ellos el secreto del éxito está en la especialización.... pero nuestros mejores ángeles son los que tienen mayor número de protegidos, siempre que los lleven bien, claro está.—le dijo Gabriel. Ella estaba tan feliz que le abrazó, aunque estuvieran más o menos prohibidas tales confianzas con un arcángel. Él no se mostró disgustado ni distante. Al fin y al cabo le encantaban las muestras de afecto, sobre todo si eran sinceras.
    ¡Gracias! No os decepcionaré.—exclamó Liduvel, con gran alegría.
    ¿Y yo, señor?— preguntó Daniel, cuyo futuro estaba en el aire, ahora que dejaría de ser ayudante de Gabriel.
    Como tienes un poco más de experiencia, amigo Daniel, y dado que te hallas en la última fase de tus pruebas de acceso a ángel de la guarda, a ti te destinaremos un trabajo más difícil: los chicos del equipo de fútbol de Simón, que, dados los tiempos que les ha tocado vivir, necesitan bastante ayuda para continuar en el buen camino.—decidió Gabriel, provocando la alegría de Daniel. ¡En el mismo barrio de la misma ciudad que Liduvel! ¡No tendrían que recorrer grandes distancias en su escaso tiempo libre para poder verse! ¡No había recompensa mejor a su esfuerzo!
    Liduvel y Daniel se abrazaron y Gabriel resplandecía por la gran obra que habían hecho.
    Ya te dije un día que una pequeña pala podía abrir un gran agujero—bromeó Axel con Gabriel, abrazándole después de largo tiempo de ausencia.
    Y yo te creí y tenía fe en tus planes, amigo Axel. Nos ha costado un poco, pero el agujero es lo suficientemente grande como para que empiecen a pasar nuestros hermanos perdidos, y añorados durante mucho tiempo. Sé que muchos no querrán volver, heridos en su orgullo por el castigo recibido, pero otros ya piensan en su fuga y tienen como ejemplo a Liduvel. Muchos volverán a nosotros. Ya es hora de la reconciliación— asintió Gabriel, orgulloso de Axel y de la conspiración que habían urdido con SU protección.
    Hablando amistosamente de sus cosas, ni siquiera repararon en que había alguien del Lado Oscuro que no había abandonado aún la sala. Axel sintió como una llamada silenciosa, se giró y la vio, allí sentada.
    Pero ¿qué haces tú aquí todavía? ¿No deberías estar contándolo a todo el mundo?— sonrió Axel con aire divertido, al ver a su antigua secretaria y eficaz colaboradora Fedra.
    Ella se levantó con elegancia y miró a los presentes, que ahora la observaban con curiosidad, pues al fin y al cabo solo era una numeraria del Lado Oscuro.
    Verá, señor. Cuando ha descubierto su verdadera identidad, no negaré que me ha sorprendido un poco, y no sé si en un principio me gustó haber servido a un ángel del Lado Luminoso. Pero lo he pensado dos veces, y dado que la situación es bastante inestable en el Infierno, me he dicho ¡qué narices! Usted ha sido mi mejor jefe, con diferencia, y puedo seguir ayudándole desde allí. Supongo, que si en esta sala se dispone de inmunidad, y no existe comunicación con el exterior... podría aprovechar la ocasión para brindar mi ayuda sin que el Gran Jefe se entere. Y por último he pensado que mi humilde colaboración... algún día puede servir para que con el tiempo, pueda incorporarme a sus filas.—propuso Fedra con timidez, pues no sabía muy bien como sería recibida su propuesta.
    Axel rió a carcajadas. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza.
    ¡Querida Fedra! No esperaba menos de ti. Por eso pedí traerte al compartimiento estanco. No puede existir mejor agente doble a nuestro servicio en el Lado Oscuro. Eres una gran candidata para ingresar en nuestras filas.—exclamó Axel. Gabriel asintió, estando de acuerdo con Axel.
    Fedra se sintió feliz, convencida de que lo lograría algún día, si no terminaba en el Estanque del Olvido Eterno, del cual también podía ser salvada de alguna forma, igual que le había ocurrido a Axel. En todo caso había esperanza.
    Aquí tenéis a la próxima candidata a fugitiva.—la presentó Axel, feliz— ¿Veis como mis planes no terminaban en Liduvel? La puerta se ha abierto. Otros intentarán pasar. Dejaremos a Lucifer sin sus mejores efectivos, y con la revuelta ya en marcha en su mundo oscuro.—anunció Axel a sus compañeros, que aplaudieron el éxito de un plan trazado hacía siglos, en contabilidad humana.
    Ve, Fedra, y trabaja para nosotros. Esparce tus rumores contra la mala gestión de Lucifer y de alguna forma contactaremos contigo para futuras colaboraciones. Cuídate de la ira de Lucifer y ve en paz.— la instruyó Gabriel, benévolo con aquella numeraria que no parecía tan malvada como para arder en el infierno.
    Fedra se inclinó ante Gabriel y miró a Liduvel antes de salir. Quería recordar aquel rostro, aquella sonrisa triunfal, aquel resplandor que la rodeaba. Admiraba a aquella diablesa reconvertida y por encima de todo quisiera ser como ella, aunque le costara el esfuerzo que le había costado.
    Lo primero que iba a hacer sería contar su gesta y contagiar a sus colegas la admiración que sentía por ella. El primero sería su buen amigo Delmor, después vendrían más demonios a escuchar su historia. Ni siquiera tendría que ser ella la que fuera con el chisme por todo el Infierno.
    Ese sería el primer paso. 

    (continuará) 

UNA FUGITIVA UN TANTO ESPECIAL (CAPITULO 28)





Hola, lectores y lectoras. 

Aquí estamos de nuevo, una semana más, para acompañar a Liduvel en el final de su azarosa aventura... pero aún no termina, no hasta que conluya el juicio a que la someten, y se le ha concedido una prórroga para volver al mundo e interesarse por sus protegidos, que parecen estar en problemas. 

Con buen juicio busca en primer lugar a Lea, pues si puede ayudarla, también ayudará a Teresa y a Simón. Lea se encuentra confusa, ha desperado en un hospital, sin entender por qué todos la consideran una heroína, cómo ha recuperado el cariño de su madre, a sus amigos y el respeto de propios y extraños. Ni siquiere reconoce su propia imagen, pues cuando ella intentó suicidarse, era un despojo consumido por las drogas. En su confusión, huye del hospital en busca de droga, pues es la única forma que conoce para solucionar los problemas. Pero Liduvel, como buen ángel custodio, le impedirá caer de nuevo, explicándole cuanto ha sucedido en su ausencia. Será complicado hacer que lo entienda.

Saludos a mis lectores de España, Portugal, Francia, EEUU e Irlanda, que me han ido siguiendo esta semana sin perder el interés. Gracias a todos y hasta la próxima entrega de esta odisea que se mueve entre varios mundos.


    28.
    Liduvel accedió al mundo de forma lenta y suave, como una pluma llevada por una suave brisa, no como solía llegar al mundo cuando venía del infierno, desde donde se desplazaba con esfuerzo y dolor, arrastrándose a través de varias dimensiones de pesadilla.
    Su primer objetivo era averiguar qué había sido de Lea, y utilizó sus poderes, aún intactos, para hallarla.
    Apenas llegó, la sintió cerca, aunque no tenía sentido que estuviera allí, en medio de aquel parque de barrio, solitario a aquellas horas. Debería estar ingresada en el hospital, quizá aún en coma, como cuando ella la poseyó. Miró a su alrededor con sus ojos perfectos y la vio. No podía creerlo, pero allí estaba Lea Pineda, vivita y coleando. Se sintió muy sorprendida, pero se alegró de que no hubiera sido víctima del humo y el inmenso esfuerzo físico al que la obligó para salvar a aquellas personas. Le chocó verla cara a cara, porque había formado parte de ella durante un tiempo, y solo la veía cuando se miraba al espejo.
    La chica andaba con paso titubeante, apoyada en una muleta. Estaba muy pálida y tenía una expresión de absoluto desconcierto, lo cual no era extraño, dado que había estado a punto de morir en dos ocasiones en muy poco tiempo.
    Antes de intentar contactar con ella, Liduvel se concentró en mirar en su interior. Había confusión y oscuridad en su mente. Había despertado del coma sin entender nada. Le habían dicho que era una auténtica heroína, que había abandonado la droga para llevar una vida absolutamente ejemplar, y Lea sentía como si se burlaran de ella. Solo recordaba que había intentado suicidarse en un callejón nauseabundo cuando supo que su madre iba a morir de cáncer, y después no había nada, solo oscuridad, hasta que despertó en el hospital convertida en alguien que no reconocía.
    Tras el trágico incendio del hospital Santa Elena, y dado que el caso se había dado a conocer en todos los medios de comunicación, le dedicaron las mejores atenciones, los tratamientos más avanzados (puesto que los servicios médicos estaban en el punto de mira de todo el país y en parte del mundo civilizado) hasta que la sacaron del coma en un tiempo record para su grave estado. Lo que los equipos médicos no podían saber ( y aunque lo hubiesen sabido, no lo hubieran creído) es que su cuerpo llevaba meses en coma, aunque siguiera andando sobre el mundo.
    De repente, y sin solución de continuidad, su madre había pasado de llorar y gritarle desesperada que «usara un cuchillo para matarla con mayor rapidez» a adorarla y mimarla como un verdadero tesoro. Su madre iba a morir de cáncer cuando se intentó suicidar y ahora estaba operada y recuperándose. Los compañeros del instituto que la odiaban y se apartaban de ella, la visitaron en bloque en el hospital e incluso le llevaron flores, bombones y revistas. Sobre todo, la dejó perpleja que la zorra de Alicia y el traidor de Alex (que se habían unido apenas ella desapareció de sus vidas) hubieran ido juntos, de la mano, sin ningún remordimiento y hubiesen alabado su heroicidad, besándola y abrazándola como si fueran de nuevo amigos. Ella no fue capaz de reaccionar a todas aquellas manifestaciones de afecto y admiración, pero tampoco se esperaba de ella, pues había estado a punto de morir, de modo que nadie se extrañó de su actitud.
    Ella solo se preguntaba de qué puñetas de heroicidad hablaba todo el mundo. Incluso algunos periodistas de la radio y de la televisión habían intentado entrevistarla y se negó, porque era absurdo. Todo el mundo se había vuelto loco.
    Cuando su madre le ofreció un espejo donde poder mirarse, comprobó que ya no era la drogata consumida que vio reflejada su último día de vida. Era otra persona. Ahora su aspecto había mejorado. El cabello había crecido, estaba cuidado y era de un color rojo muy conseguido. Aquellas manchas y granos de su rostro habían desaparecido y tenía una piel tersa y pálida. Había ganado peso y no sentía nauseas al mirar su reflejo. Tampoco sentía el frío glacial y los temblores que le provocaba la falta de droga en su cuerpo. No podía comprender nada.
    Por eso se había escapado del hospital. Había utilizado la ropa que el maldito novio de su madre le había llevado con toda amabilidad (otra cosa que no comprendía) para cuando le dieran el alta, y en cuanto su madre se ausentó para pasar sus propias revisiones, había robado una muleta para huir, porque sus piernas flaqueaban, no solo de debilidad, sino también de miedo. No era su mundo donde había despertado. Debía ser que había viajado a una dimensión paralela o algo así.
    Ahora deambulaba sin rumbo fijo, deseando una dosis para escaparse de aquel mundo inexplicable donde había aparecido, porque ella aún no sabía cómo hacerlo de otra forma.
    No busques droga. Ya no la necesitas. Tu cuerpo ya no te la pide. Estás limpia—susurró Liduvel, con su hermosa voz siseante y envolvente, decidiendo que debía intervenir antes de dejarla caer de nuevo en el abismo.
    Lea se detuvo en seco. Había escuchado aquella voz otra vez. La sonaba muy familiar. ¿Era la voz de su conciencia dormida? Incluso miró a su alrededor para ver si algún fantasma la rondaba, pero no había nada ni nadie en aquel rincón del parque a aquellas horas.
    Estás confusa. Es normal. Escúchame con atención y abre tu mente, porque necesitarás mucha comprensión para entender lo qué ha pasado en el tiempo que has perdido— continuó Liduvel con voz suave y paciente, comprendiendo cuanto le ocurría
    Lea miró a su alrededor, asustada, y siguió caminando con determinación, cerrando sus oídos y su mente a aquellas palabras. Liduvel pensó que para ser escuchada, debía aparecerse, cosa que quizá no estaba permitida, pero era necesario. Tampoco le haría mucho daño a una chica drogadicta que estaba acostumbrada a flipar. Cerró los ojos y pidió perdón por desobedecer, pero lo primero para ella era ayudar a aquella chica confusa. Si la ayudaba a ella, también ayudaría a su madre. Y eso era cuanto importaba.
    Lea se detuvo en seco cuando la vio ante ella. Era un ángel de cabello rojo brillante y ojos grandes y rasgados, de color rojo como su cabello, con enormes alas oscuras plegadas a sus costados. Casi se cayó de bruces debido a la impresión.
    No tengas miedo, solo escucha. Cuando termine mi explicación, serás otra persona... entenderás en qué te has convertido mientras tu pobre cuerpo estaba en coma por tu intento de suicidio—susurró Liduvel con aquella voz dulce que no causaba ningún temor.
    Lea se dejó caer sobre el suelo. Estaba tan aterrada como ansiosa de que aquel ser le explicara qué había ocurrido con su vida. Entonces recordó el ángel oscuro que vio en el callejón cuando estaba a punto de morir, pero seguía sin creer que fuera real. Y aunque hubiera creído, sentía que no se merecía un ángel. Ella era un mal bicho y se merecía lo peor.
    Yo fui quien metí en tu cabeza la idea del suicidio y decidí utilizarte. Sé que suena mal. Sé que fue un mal método, pero entonces pensaba que no tenía más remedio que hacerlo. No dejé que murieras del todo. Me introduje en ti, te poseí. Pasé mucho dolor físico y te ahorré el terrible síndrome de abstinencia, que no deseo ni a mi peor enemigo. Cuidé de tu madre como si se tratara de la mía. Yo estuve en tu lugar en todo momento. Fui a tu instituto, me comporté como una buena alumna y borré tus errores pasados. Recuperé a tus viejos amigos y también cierto respeto de todos los demás. Ya no te odian, puede que aún no confían en ti, porque dado tu historial, les costará un poco más de tiempo. Colaboré para entrenar al equipo de fútbol del padre Simón. Iba a ayudarle a crear un equipo de fútbol femenino. Sé que esto te gustaba mucho, hace tiempo. Lo sentía en tu interior cuando trabajaba con aquellos niños. ¿Recuerdas? Era tu sueño jugar a fútbol, y te lo robaron. Creo que ser entrenadora te llenaría tanto o más que ser jugadora. Eso he estado haciendo todo este tiempo, enfundada en tu cuerpo, mientras tú permanecías latente, recuperándote físicamente, en lugar de estar en coma y, consumiéndote en la cama de un hospital— resumió Liduvel, confundiéndola aún más.
    ¿Por qué? ¿Por qué has vivido dentro de mí? Esto es una puta pesadilla— farfulló Lea cuando recuperó el habla. Se sentía muy rara por haber tenido a aquel ser en su interior y se sentía peor aún por estar hablándole, cuando no tenía claro si era producto de su mente enferma.
    Te seré sincera. Al principio actué por puro egoísmo. Mírame, no soy un ángel de la guarda. Soy un ángel del Lado Oscuro, lo que tú conoces como un demonio, Lea. Yo quería fugarme del infierno y volver a la Luz ¿comprendes? Lo he planeado durante eones, que por si no lo sabes, es una medida de tiempo inmensa. Te utilicé para mis fines, sí, para hacer el bien escondida en ti y ganarme el perdón. Perdóname si puedes, pero mientras obraba en mi beneficio, he cuidado tu cuerpo, te he nutrido, te he puesto en forma, he sufrido por ti, me he reconciliado con el mundo por ti. Mientras yo huía de mi infierno, te alejaba cada vez más del tuyo—explicó Liduvel, con voz dulce. En sus palabras se podía apreciar cierto arrepentimiento por haber actuado así, pero Lea estaba demasiado asustada para percibir nada.
    Lea movió la cabeza. Estaba cada vez peor, incluso se sentía mareada.
    ¡Joder! ¿Me dices que he sido una poseída? ¿Como la niña del «Exorcista»? Pero en vez de dar asco, girar la cabeza y vomitar puré de guisantes... he estado haciendo el bien por ahí… ¿es eso? Me llaman heroína, todos me llaman heroína… y yo no estaba ahí. Eras tú la que me manejaba como una puta marioneta— empezó a comprender Lea, furiosa y masticando cada palabra.
    Más o menos, así es— asintió Liduvel, sonriendo ante la comparación.
    Me he vuelto completamente loca. Estoy del revés. O es que esto es el infierno o el purgatorio, y me han echado de cabeza en él, por lo que hice. Esto no puede estar pasando. Es demasiado loco hasta para mi—farfulló Lea, frotándose la frente y balanceándose hacia atrás y hacia delante de puro terror, con los ojos perdidos en el vacío.
    Este sigue siendo tu mundo. No quieras ni saber como es el infierno, Lea. Ni tampoco el purgatorio. Bueno, en realidad éste último es un lugar bastante tranquilo en comparación, como la sala de espera de una estación o un aeropuerto. Allí reflexionas sobre tus errores, y te sientes muy sola y confusa. Como tú ahora, pero diez mil veces peor. No, Lea. Estás en tu mundo. En un mundo mejorado, porque tú lo dejaste cuando estabas en el fondo del abismo. Las fuerzas infernales te tenían ya ganada y bien atada en las sombras ¿sabes? Ahora ya no hay nada determinado. Te he sacado del embrollo, te corresponde a ti jugar con tu destino, porque tienes una segunda oportunidad. Es lo bueno del libre albedrío, de la libre elección de los humanos por el buen o por el mal camino. Todo lo anterior ya no cuenta y dependerá de tu futuro comportamiento, asi de simple—explicó Liduvel, y Lea asentía ante sus palabras, aunque no comprendía nada.
    Entonces empezó a recordar. Se vio de nuevo con aquel aspecto atroz, esquelético, con la mirada extraviada. Desde el punto de vista que tenía ahora, con la mente y el cuerpo libre de drogas, sintió una aguda punzada de culpa. ¿Cómo podía haber llegado a ese punto? También vio a su madre, desesperada por su comportamiento, sintiéndose incapaz de ayudarla. Vio a los amigos que (asqueados y con razón) la habían abandonado. Su novio Alex la había cambiado por Alicia e incluso el cerdo de Adrián la había sustituido por su zorra Regina. Alex era un buen chico, que merecía una novia normal, no a ella. Adrián era un cerdo, un ser despreciable que ahora le provocaba nauseas y que la había hundido en la miseria. Ni siquiera ella merecía un tipo así. Al recordar cómo era su mundo antes de su suicidio, hizo un esfuerzo para abrir su mente y deseó entender cómo era el mundo en que había despertado.
    ¡Vale, demonio, estoy abierta a todo! Explícame ¿qué coño pasó en el hospital? ¿Por qué soy una heroína?—exigió Lea, gesticulando con viveza y haciendo un esfuerzo por no enloquecer.
    Liduvel se exigió calma. Quizá en otro tiempo la hubiera sacudido para aclararle las ideas, pero ahora debía ser paciente y demostrar caridad por su confusión (al fin y al cabo más que comprensible). El problema es que no sabía de cuanto tiempo disponía, y aún quería arreglar algunas cosas antes de volver a enfrentarse al Tribunal.
    Las fuerzas infernales querían hacerme daño a través de mis protegidos. En ese momento mis seres más queridos estaban en el Hospital, y metieron en la cabeza de Adrián (si, tu querido Adrián) que quemara el hospital. Hubo muchos muertos. También él murió. Yo, dentro de tu cuerpo, salvé a tu madre, a Simón, que es el cura de tu barrio y el entrenador de fútbol, a los chicos del equipo de fútbol que le estaban visitando en ese momento y a dos enfermos que Simón intentaba ayudar. Pero también debía salvar a un grupo de niños con cáncer que se escondieron en la sala de juegos. Tenía que sacarlos de allí, porque nadie – ni siquiera el cerdo de Adrián- se merece una muerte tan cruel. Pero tú ya no podías aspirar más humo. Si permanecías mucho más tiempo en el hospital en llamas, tú hubieras muerto, y no podía consentirlo. Por eso abandoné tu cuerpo, dejándote en el camino de los bomberos, quienes te rescataron. Saqué por mis medios a los niños enfermos, pero el mérito fue tuyo. Soportaste muy bien el duro esfuerzo, y eso que aún estabas bastante débil. Creo que se debe a que tú, de forma inconsciente, querías ayudar. ¿Sabes? Eso se siente en el interior, como sentía que disfrutabas cuando jugaba al fútbol con los chicos. ¿Recuerdas cuánto te gustaba jugar al fútbol?—le explicó Liduvel, de forma muy lenta y pausada, para hacerse comprender.
    Era muy buena jugando al fútbol, pero solo me dejaron jugar hasta la categoría de infantil, después ya no puedes jugar con los chicos. Y aquí no hay equipos de chicas— rezongó Lea, recordando con rabia aquella época y entendiendo a medias lo que Liduvel pretendía decirle.
    Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, mezclándose con las gotas de lluvia que empezaba a caer sobre el parque. Recordaba aquella época como la mejor de su vida. En aquel tiempo no había ningún hombre que lastimara a su madre, y ella era aún una niña inocente. ¿Por qué tuvo que estropearse su vida y acabar en un contenedor de basura junto con sus recuerdos de la niñez? ¿Por qué se dio por vencida y no luchó contra el mundo? ¿Por qué dejó que el mundo se la tragara y la vomitara en aquel callejón?
    Puedes sentir cuanto te digo si te esfuerzas, Lea. Ahora que estás abierta a todo, concéntrate y recuerda. Tú estuviste ahí, latente de alguna manera, todo el tiempo en que te poseí. Recuerda, Lea.—pidió Liduvel. No debía usar sus poderes para que recordara, debía hacerlo por ella misma, pero creyó que ya estaba preparada para hacerlo.
    Lea tragó saliva y cerró los ojos. Se esforzó en ver, como si ella hubiera asistido a cada momento de la vida en que Liduvel la poseyó. Era muy raro, pero empezó a ver imágenes. Se rió de lo pastelón que había dejado su cuarto, pintado con nubes blanco-azulado o blanco-rosado; gozó con los paradones que bordó ante los chicos del equipo de fútbol; también derramó lágrimas por otros episodios de aquel periodo. Asistió a la reconciliación con Alicia. Comprendió la profunda y sincera amistad con el cura Simón y sus intercambios de confidencias. Al fin abrió los ojos, llenos de lágrimas y miró a su ángel.
    Eres mejor Lea que yo, está visto.—terminó diciendo con voz aguada.
    No hay mejor Lea que tú, para bien o para mal. Yo soy Liduvel, y aunque sea un ser perfecto, me equivoqué muchas veces y caí en el abismo, igual que tú, o en realidad mucho peor. Me quedé sola como tú, sin amigos, sin alma gemela. Yo he abierto el camino para que te integres y lo peor ha pasado ya. Ahora debes seguir tú. Ya no necesitas droga. Tu cuerpo no la pide, y tu vida es mejor que nunca. Debes volver con tu madre, que te adora y estará muy preocupada por tu desaparición. Aprobarás el curso, te lo garantizo. Y puedes seguir ayudando a Simón con los chicos. Quiere crear un equipo femenino. Así ayudarás a otras chicas a conseguir su sueño. Puedo decirte que eso satisface casi tanto como cumplir los sueños propios, incluso más—le propuso Liduvel con aquella voz aterciopelada y convincente que utilizó durante eones para hacer caer en la tentación a los incautos humanos. Sentía que su tiempo se estaba cumpliendo y que no podría hacer mucho más.
    ¡Pero es que ahora no puedo volver! ¡La he cagado otra vez! Los envié a todos a la mierda cuando no entendía nada ¿qué voy a decirles ahora?—sollozó Lea, recordando que se había comportado como antaño, rugiendo como una fiera en peligro, defendiéndose de ataques que no existían en realidad.
    Liduvel suspiró. No era tan grave como ella pensaba.
    ¡Ojalá todos los problemas fueran tan fáciles de resolver! Diles que no recordabas nada de lo ocurrido, que te confundieron, y que les pides perdón por haberte portado como una cretina. Ahora empiezas a recordar poco a poco, y que pronto recordarás todo, con su ayuda, porque les necesitas. Así de fácil— la aleccionó Liduvel. Lea asintió. Quizá así la perdonaran.
    ¿Volveré a verte?— preguntó Lea, ya más tranquila, aunque todavía se sentía perdida y deseaba la ayuda de aquel ángel, que aunque fuera oscuro, la había ayudado tanto.
    Si todo va bien, espero que no. Pero si consiguiera volver al Lado Luminoso, sería un honor ser tu ángel de la guarda. Si es así, puedes cerrar los ojos y pedirme consejo, esforzarte en escucharme y actuar en consecuencia. Mis consejos nunca son malos, créeme. Tengo eones de experiencia, Lea— se despidió Liduvel, sonriendo.
    A Lea ya no le parecía un ángel de la guarda raro. Le pareció bellísimo, y sobre todo le encantaba que al fin mereciera un ángel de la guarda.
    Apenas Liduvel se difuminó, Lea vio llegar corriendo a Simón. No le conocía de antes, pues ella no era de iglesia, pero le reconoció por los recuerdos borrosos de la vida que Liduvel había vivido por ella. Era el hombre que salvó su vida, el que la apoyó en los malos momentos y el entrenador del equipo de fútbol. Un buen amigo en general, aunque fuera cura.
    ¡Lea! ¡Tu madre está muy preocupada! ¿Por qué te has marchado del hospital?— le dijo Simón con tono suave, intentando no asustarla.
    Lea se levantó, apoyándose en la muleta y en la mano que le tendía Simón. Tenía los ojos llorosos, pero tragó saliva e intentó justificarse con la media verdad que le había aconsejado Liduvel.
    Yo... estaba muy agobiada. No recordaba nada de lo que todos decíais. Me he portado como una imbécil, perdona. Tendréis que ayudarme a recordar...—murmuró Lea, obrando con sus palabras el efecto deseado. Simón sonrió, comprendiendo. ¡Claro que no entendía nada, pobre Lea! Liduvel había vivido por ella todo aquel tiempo. Nadie lo comprendía tanto como él.
    Claro que te ayudaremos. Cuenta con nosotros. Ahora volvamos al hospital. Todo irá bien— afirmó él.
    Lea sonrió, aliviada. La disculpa había resultado muy bien. Actuaría igual con todos los demás y lo comprenderían. Todo iría bien a partir de ese momento. Su ángel lo había arreglado todo por ella. Ni en sueños hubiera imaginado que el desastre en que convirtió su vida se hubiera podido arreglar de una forma tan... milagrosa, esa era la palabra que buscaba.
    Miró hacia atrás, por si aún podía distinguir a Liduvel, pero ella ya no estaba allí.

    (continuará)